Por Rodrigo de la O -
Pensando en cómo aportar,
en cómo podemos contribuir al avance, más que al retroceso, pasan los días y la
sensación que me queda de los acontecimientos vividos en el último tiempo es
intensa, vertiginosa y da luces de la necesidad de entender un cambio sincero,
estructural, en el que la sociedad toda se alinea desde aquella postura
incomoda donde la voz u opinión, en ocasiones, se relativiza y se percibe
lejana entre las decisiones de los electos versus la visión de los electores.
Dicotomía que precisa un análisis objetivo, en lo posible, donde no deja de ser
preocupante lo débil que se encuentra la aprobación al sistema o modelo actual (no solo en
Chile).
En los últimos doce meses la
aprobación del gobierno cayó desde el 54,1% al 28,8% obligándonos a pensar que
pasa, a preguntarnos qué sucede. Primero la cuestión comienza, obviamente, por
los políticos a cargo, el ala gobernante, aquella anhelada posición "dueña del poder popular", de los llamados a encontrar el mejor futuro para el bien común. Sin embargo, de inmediato toma posición la interrogante al sistema político en su totalidad en donde surge la
necesidad de entender porque en Chile, oficialismo (28,8%) y oposición (17%), hoy no reúnen
las condiciones mínimas que merezcan las confianzas de la ciudadanía (45,8%).
Los
números hablan por sí solos. Por ejemplo, la caída en el mismo período de un
43% a un 24% de aprobación o confianza de la gente en la iglesia católica.
También cerca del 86% señala que la tienda del slogan “llegar y llevar” (perfectamente aplicable al saqueo de nuestros recursos ambientales), no será
juzgada dando por hecho el abuso que ostentan ciertos grupos, consorcios o
elites respecto de su actuar y la impunidad con que muchos actúan. En este
aspecto los sospechosos de siempre se confunden; política y consorcios,
justicia y estado, muestran un escenario nebuloso frente al cual la sociedad
reacciona de manera impulsiva, casi por reflejo, detonando un tedio acumulado
durante años que, junto a la información existente a la mano a través de diferentes vías, ayudan
a entender lo injusto y desequilibrado de un sistema o modelo basado en parámetros
que precisan de una mirada distinta, más inclusiva, en donde la gente no se
sienta excluida y que nuestro pensamiento tenga incidencia en las políticas, temas
país y no solo sea un rumor incoherente, inteligible de la “masa influenciable”.
La ciudadanía
despierta, se estremece, sale de su letargo, se moviliza y demuestra con
manifestaciones diversas, un renovado civismo, recuperando y ganando espacios
donde las nuevas generaciones irrumpen como un vendaval de frescura e
irreverencia absolutamente necesario. La política y la democracia acusan golpe, la ciudadanía comienza a marcar
la pauta, los gobernados quieren gobernar y los gobernadores se resisten a
recoger el guante y entender el correcto y lógico orden de las cosas.
Quisiera encontrar el enfoque
apolítico, objetivo. Sé que es difícil lograrlo, pero quisiera intentar hacer el
análisis de manera fría dejando los lícitos argumentos ideológicos que cada uno
puede tener. No soy periodista por lo cual si mi objetividad se diluye lo asumo
con la fuerza de las convicciones propias y la necesaria voluntad de proponer
una mirada con los yerros que la experiencia, o la falta de ella, pudiera
originar. No atreverse a hacerlo creo sería el verdadero error.
Convengamos que los grandes temas de inversión, muchas veces subyugados a leyes hechas a la medida de los intereses de unos pocos, del "exitoso" modelo macro económico chileno han legitimado sendos negocios con el patrimonio de todos los chilenos y el aval del estado: Mega Minería, Mega Pesca, Derechos de Agua, Mega proyectos Eléctricos, Modelo Forestal, mala Educación y Salud onerosa, Agricultura y sus imprevisibles tratados, etc. han provocado un sistemático costo socioambiental difícil de cuantificar y donde las brechas son cada vez más profundas siendo los 15 mil dolares percapita solo una linda estadística, pero en la práctica, no más que una ilusión.
Tampoco nos olvidemos de un Sistema Binominal perverso que persiste con los mismos rostros desde hace décadas imposibilitando la justa proporcionalidad de la representación por votos en democracia. Incapacidad de poner en practica el voto voluntario e inscripción automática de todos los chilenos y el pavor de la rancia aristocracia política de llamar a plebiscito y consultas ciudadanas. A ello podríamos sumar lo irrespetuoso que resulta para el electorado los senadores designados y los electos por votos vestidos mágicamente de ministros.
Asumo y ansío que sea el tiempo en que las conciencias renovadas, el candor de las nuevas multitudes, el remezón de las generaciones adormecidas, incluso el absurdo de aquellos que solo tienen códigos de violencia para presentar su descontento, su lugar en el cosmos social, proyectan un punto de inflexión en que se hace imposible no poner una pausa, mirar hacia atrás, renovar las bases del poder, entender que los pueblos son los que buscan sus referentes y estos se deben a ellos. La ciudadanía se puso en movimiento exigiendo cambios profundos en que el paradigma ya no sirve y es necesario oír las voces, los llamados de las grandes mayorías, ver las formas y encontrar los caminos por el bien del país, de nuestra patria, con verdad, con decisión, con solidaridad y con dolor, si fuera preciso.
El modelo se resiste a cambiar porque inevitablemente los poderosos acostumbrados a ganancias morbosas podrían perder sus privilegios fundados en leyes mezquinas, antidemocráticas, que ya no pueden ocultarse.
Tal vez, la pausa implique mirar al pasado y entender que el libre mercado nos expone a una sociedad ficticia de consumo impuesto por razones evidentes que no hacen más que esclavizar a la clases medias bajas en burbujas absurdas de éxito plástico y deudas eternas. La aldea global, el libre mercado, los preciados tratados de libre comercio no hacen más que exponer a nuestro país, sus recursos, en bandeja a disposición de la depredación de grandes capitales y multinacionales. Es tiempo de recuperar lo perdido y ser autosuficientes en todo sentido si queremos ser país desarrollado.
Será tiempo de volver a los orígenes, atesorar nuestras culturas, nuestras raíces; en que aquellos, con sencillez, sabiduría y ante todo respeto, armónicamente, se hacen parte del ciclo de la vida en sintonía con nuestra naturaleza, con nuestro universo. Es tiempo de poner pausa, ver que nos ocurre para así poder recomenzar.
Aún hay tiempo, solo resta voluntad y entendimiento.