Por Rodrigo de la O -
En el último tiempo, y más aún después de aprobado proyecto de mega represas en nuestra Patagonia, se siente algo tenso el ambiente por múltiples motivos. Noto como cierta angustia, pesadumbre e impotencia se posiciona en nuestra sociedad de forma natural, como un dolor de estomago denso, molesto, agobiante. Conflictos sociales proliferan en distintas localidades y comunidades de nuestro país. Factores diversos enraizados en la necesidad de querer expresar el descontento, muchas veces aplacado por los medios, obliga a la comunidad a comunicarse, contraerse, reaccionar, organizarse haciendo válido el derecho del poder ciudadano de manifestar su descontento frente a la gestión pública que cada vez más una oligárquica clase política se esmera en establecer separando así a la ciudadanía de aquellos a quienes se ha llamado a ejercer la autoridad para beneficio del estado, del futuro, de un mejor país, brindándoles su confianza.
Algo pasa entonces cuando se suceden marchas, manifestaciones, actos de descontento y violencia en todo el país. Algo sucede y muchos nos sentimos excluidos de las grandes decisiones que finalmente terminan tomando los mismos actores que han gobernado Chile en los últimos veinte o treinta años y que con la extraña urgencia y anhelo de ser un país desarrollado, líder en nuestro barrio, nos invitan a sentir la dependencia energética con visos catastróficos si las proyecciones no se cumplen. Un círculo estrecho de grandes empresarios, familias tradicionales de nuestro país de grandes caudales y empresas extranjeras, multinacionales, comienzan a repetirse en los fondos de inversión incorporando la majadera tendencia de que nuestros recursos están a la venta y que los tratados de comercio firmados por nuestra incipiente economía brindan opciones atractivas para la inversión avasallante de cualquier tipo.
Algunos pueden cuestionar que los “ambientalistas” o “ecologistas” se oponen a todos los proyectos y no proponen acciones o soluciones a la “crisis”, sobretodo, cuando el país necesita y requiere energía o si no nos quedaremos en tinieblas. Esto último absolutamente irreal y acompañado de una campaña mediática absurda, sucia, de terror, que solo demuestra el gran poder económico y redes de contacto que estas empresas poseen.
Convengamos que cualquier generación de energía eléctrica proviene de lo natural, sea cual sea. Como especie es nuestro desafío que el impacto de esta generación sea la menor posible y la inteligencia humana es un buen aliado para poder lograrlo. En este sentido puedo decir que si existen opciones viables y efectivas. Hay experiencias en el mundo que dan resultados positivos en donde el gobierno incentiva la inversión de energías limpias descomprimiendo el monopolio que estas megas empresas poseen como sucede en Chile y junto a la autosuficiencia que se podría incorporar con incentivos del estado en los domicilios particulares (25% del consumo) también se debiera subsidiar y exigir que aquellos que consumen el mayor volumen de energía (75% industria, minería) se plantearan el desafío de limpiar su propia matriz.
Opciones existen, solo falta voluntad y visión de estado dado que hoy el monopolio no lo permite siendo un negocio en donde el costo lo pagan algunos y las ganancias se las llevan otros.
Es tiempo de poder comprender que debemos incluir y exigir que los chilenos participen en la toma de decisiones, que el país es de todos y que los gobiernos de turno deben proveer recursos y beneficios al estado de Chile debiendo terminar con el modelo en que ciertas élites gobiernen o incidan en las autoridades políticas electas y que la ciudadanía tenga un rol de importancia en los acuerdos.
Los derechos de agua en Chile casi en su totalidad pertenecen a transnacionales, por lo tanto los ríos no son chilenos. Con la aprobación de Hidroaysen el 99.7% de los derechos de agua del Río Baker le pertenecen a Endesa lo que demuestra lo tiránico de nuestro codigo de aguas. El agua es un derecho, no una mercancía.
Aumenta nuestra economía y el crecimiento es auspicioso pero a que costo. Ingresamos a la OCDE pensando en que aún podemos aumentar nuestro CO2 percapita y proliferan las generadoras a carbón. Silenciosamente, se introduce la ley de Obtentores Vegetales facilitando el acceso, nuevamente, a empresas extranjeras que pueden patentar y tener el control de la agricultura sin olvidar la modificación genética y riesgos a la salud.
Cuando dejemos de ver todo como un negocio y cuando exista una clase política abierta, afable, diversa que logre entender que estar ahí involucra un doble reto siendo primero un trabajo para sus electores y después para sí mismos. Cuando podamos aprovechar nuestros recursos sin dañarlos, de manera inteligente, diseñando una estrategia eficiente que junto a un marco legal pueda exigir a los inversionistas proyectos innovadores no invasivos olvidando el eterno lucro y pensar en que el país no es solo de algunos potentados sino que es de todos y que debemos preservarlos, protegerlos para los que nos siguen los pasos, entonces, podremos pensar en un país democrático, inclusivo y en desarrollo. Más crecimiento implica que ese crecimiento debe ser más eficiente y de menor impacto considerando todos los factores siendo, en mi opinión, las comunidades, las personas, donde se asientan estos proyectos el factor preponderante de mayor importancia.
Concluyo pensando en el pueblo Mapuche y la guerra interna que tienen nuestros compatriotas y pienso que feliz país seríamos si en vez de repeler, dominar y reprimir a la Araucanía y el Pueblo Mapuche por siglos nos hubiéramos sentido, desde el principio, orgullosos de su cultura y tradición. No me cabe duda alguna que de haber aprendido su vinculo con la pachamama y su inmenso respeto por la tierra seríamos una nación respetada y en desarrollo. Lastima que el imperio español no hubiese compartido esa lectura e intentara exterminarlos y someterlos. Es una lastima y, a pesar de ello, los hermanos Mapuches resisten y nos dan enseñanzas hasta el día de hoy. A pesar de todo.