Por: Alex Godoy F.
Fuente http://blog.latercera.com/blog/agodoy/entry/green_or_greed_economy
Este título es un juego de palabras que está llevando a una reflexión profunda
sobre lo que estamos haciendo. ¿Avaricia o economía verde?, será uno de los
grandes temas a tocar en la próxima conferencia internacional sobre Desarrollo
Sustentable de las Naciones Unidas, que se realizará en Río el 2012. Su
relevancia está dada porque los países desarrollados han empezado una nueva
revolución industrial en la búsqueda de nuevas tecnologías menos contaminantes y
energías renovables no convencionales, apalancados en una inversión constante en
educación, ciencia y desarrollo.
La crisis
financiera que nos afecta globalmente, asociada a temas de inequidad en la
distribución de ingresos y bienestar, está llevando a las naciones a una
reflexión acerca del desarrollo, poniendo en contraposición definitiva dos
posturas que hoy florecen en la discusión pública: si este desarrollo, forjado
en una economía verde, conllevará a las misma crisis futuras incrementando las
brechas entre países desarrollados, emergentes y sub-desarrollados. La reflexión
va más allá del puro diagnóstico técnico, donde a primeras luces los desarrollos
verdes huelen más a codicia que a un compromiso formal con la sustentabilidad.
Es por esto que la ONU está preocupada, y ya ha planteado la pregunta acerca de
si esta nueva economía, vista en el contexto del desarrollo sustentable,
permitirá la erradicación de la pobreza.
La situación
regional no es de la mejor. Latinoamérica -y obviamente Chile- carece de un
sistema educativo capaz de soportar y acortar las brechas para el desarrollo de
nuevas tecnologías. Tampoco tiene sistemas de fomento de innovación y desarrollo
y, lo que es peor, los resultados internacionales no muestran avances con las
naciones del primer mundo a pesar de que todos quieren ser OCDE. Es aquí donde
se une todo.
En Chile hoy
se discute sobre educación, debatiendo si los contenidos básicos, medios y
superiores pueden ser gratuitos, de calidad y otorgados por el Estado. Pero nos
olvidamos que la educación es un concepto mucho más amplio y profundo y no
consideramos la ética y la moral.
Con asombro
veo productos promoviéndose como verdes, sustentables u orgánicos, con materias
primas compradas lejos, tejidos o fabricados en China y puestos en Chile
apelando al desconocimiento de la población. O sea, más de lo mismo pero con
otros materiales. En tecnología, se montan empresas que importan todo desde
países desarrollados pero se promueven como sustentables, sin desarrollar nada
nacional, sin crear puestos de trabajo y, lo que es peor, sin hacer
investigación, innovación ni desarrollo. Los altos costos de estas tecnologías
se transfieren finalmente al consumidor, y su defensa es que esto sería más caro
de hacer en Chile, sin entender que lo que se está pagando es la inversión de
otros en ciencia, tecnología y desarrollo. O sea, la sustentabilidad vende pero
no paga.
Estas semanas
he conversado con diversas personalidades del sector privado. Y una fracción no
despreciable declara abiertamente que cultivan orgánico porque es la tendencia
de moda y que, si fuera otra, sería de otro modo. El mismo discurso tuvo Eike
Batista por Barrancones, cuando declaró que Chile quería energía barata, sin
cuestionarse si quiera la posibilidad de replicar en nuestro país una iniciativa
como la de que él mismo inauguró en Tauá, Brasil, donde se instaló la primera
planta de energía solar comercial de ese país. Similares declaraciones realizó
el señor Matte en el programa de Chilevisión “Chile a Oscuras”, donde una de sus
frases fue: “bueno, si no es esto, será otra cosa”. O sea, es como si diera lo
mismo si hablamos de tecnología verde o de pelotas de goma… total es un
negocio.
Esta visión
es la que han puesto en debate la ONU y la Cepal: ¿dónde está el compromiso con
las futuras generaciones en que yo, a través de mi trabajo empresarial, devuelvo
al otro lo que he podido forjar y alcanzar? ¿Dónde está el verdadero sentido de
la responsabilidad social, o se trata de mero asistencialismo?
Es más, hace
un par de semanas escuché a José Ramón Valente en Radio Duna decir que un cambio
en la distribución en los impuestos o un alza de estos, como proponen Warren
Buffett y el mismo Bill Gates, podría llevarnos a vivir lo mismo que ocurrió en
Uruguay, donde las grandes familias se llevaron sus inversiones lejos de sus
fronteras por encontrar restrictivas las nuevas condiciones. ¿Es sólo un negocio
más o se puede decidir invertir 1 y ganar 4 en vez de 10? ¿Es posible pensar en
tener menos si ya aseguraste a tus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos? ¿No
es mejor hacer un negocio con sentido?
Siempre he
creído que la Sustentabilidad es un valor en sí mismo y que se apoya en la
creatividad, innovación y responsabilidad social, aunque reconozco que escribo
desde la tribuna de alguien que ni en tres generaciones llegará a ser un gran
inversionista. A pesar de ello, recuerdo una de las mejores conversaciones que
he tenido en mi vida, con un gran profesor a quien pregunté acerca de
emprendimiento y por qué él, a pesar de ser exitoso, continuaba con el mismo
negocio. Al más puro estilo de Steve Jobs, me contó su visión del mundo. “Los
hombres cuando emprendemos lo hacemos soñando en lo que queremos desarrollar:
una computadora, aceite o un lápiz. En la medida del éxito, cuando tu fortuna
crece, tienes la opción de elegir continuar desarrollando lo mismo o, lo que
muchos hacen, “diversificar la inversión, comprando otras cosas y otras
empresas. Eso, al final, lleva a que tu propósito de vida ya no sea desarrollar
una computadora, aceite o un lápiz, sino que se transforme en producir más
dinero… Yo nunca quise eso para mi vida”.
Quizá sería
bueno empezar a leer las teorías económicas de Joseph Alois Schumpeter y John
Elkington, cambiando el uso de ciertos términos en vista del consumidor actual.
Al ciudadano sustentable mutando del yo al nosotros; del más al suficiente; del
materialismo al holismo; de cantidad a calidad; del corto al largo plazo. De
derechos a responsabilidades; de la medición en términos económicos al de la
triple línea base; del capital económico al social y natural; del exclusivo al
inclusivo; del crecimiento a la sustentabilidad.
Para esto se
requiere invertir en educación, pero no en aquella de la que se habla hoy, sino
que en la de la ética. La que en este momento los colegios no
entregan.