Por Rodrigo de la O - Director Programa Vigilante Costero Maule Itata
¿Quién es dueño del
mar?, ¿un país?, ¿sus habitantes?, ¿un consorcio privado?, ¿su fauna, su
ecosistema?, ¿Todos?, ¿Dios?
Recientemente se aprobó la polémica ley de pesca que
privatiza nuestras aguas marinas por 20 años y que, además, pueden ampliarse de
manera indefinida donde grandes grupos empresariales mantienen el control sobre
la explotación de recursos hidrobiológicos en un mar que, en teoría, es de todo
los chilenos.
Surgen muchas dudas en cómo se ha desarrollado en el último
tiempo la explotación de nuestros mares. Como se han otorgado las concesiones, quienes
se han beneficiado y enriquecido gracias a ellas. Insistentemente, se ha mencionado
de conglomerados asociados a unas cuantas familias. No obstante, yo iría más allá
debido a que existen aspectos que es necesario mencionar, sobretodo, en la
pugna que se desarrolla entre la pesca industrial (alto tonelaje) versus la
pesca artesanal (embarcaciones menores) donde, esta última, ha luchado en
desigualdad de condiciones fracasando en el intento de mantener su presencia en
las costas y peleando cuotas de pesca cada vez más escasas debido a que,
simplemente, los recursos hidrobiológicos se encuentran sobre explotados.
Justo es mencionar que los artesanales han debilitado su
postura debido, irónicamente, al rotulo “artesanal” lo que les permite estar
libre de impuestos, contar con ciertos beneficios del estado entendiendo la
importancia del sector en localidades costeras donde la pesca es una importante
fuente de empleo y de desarrollo local. Sin embargo, esa informalidad les ha
jugado en contra y los dirigentes artesanales no han comprendido la importancia de poder formalizar
sus actividades; profesionalizarse, asociarse, generar valor agregado a sus
productos, proyectar su actividad con estrategias de biomantención para que su
trabajo permanezca en el futuro. Esta informalidad de la que goza el sector
artesanal, y que nunca han despreciado por los réditos que les ha dejado, hoy
les juega en contra porque es, precisamente, esa falta de visión en su
actividad laboral la que no pesa frente al sector industrial. En síntesis, los pescadores
artesanales, acostumbrados a la pesca diaria y pago inmediato, han sido incapaces
de evolucionar en propuestas de mantención de los recursos, de la renovación del
fondo marino, de mejorar sus propias conductas y procesos dado que es un
argumento importante a la hora de diferenciarlos de los industriales y su pesca
de arrastre que junto con barrer con los peces también provoca un daño
incuantificable en el fondo de nuestro océano.
Hoy se habla del diferendo limítrofe entre Chile y Perú, la
interpretación de tratados y de quien en definitiva es dueño y soberano del “terreno”
de mar en disputa. En ese sentido reitero mi pregunta: ¿Quién es dueño del mar?.
Y la respuesta puede ser evidente cuando un Estado defiende una porción en la
que los beneficiarios o afectados directos son los mismos de siempre derivando
en que nuevamente el estado defiende con recursos de todos los chilenos los
intereses económicos de privados.