Conforme los monocultivos forestales de pino y eucalipto se han ido expandiendo en la zona centro-sur de Chile durante las últimas décadas, su población ha debido soportar una amplia serie de impactos sociales y ambientales. Cada verano, grandes incendios forestales arrasan con miles de hectáreas, destruyendo casas, siembras, bosque nativo y especialmente las propias plantaciones forestales que les dieron origen. Estos incendios de grandes magnitudes se vuelven cada vez más frecuentes debido a la escasez hídrica que han causado los propios monocultivos en los territorios donde se emplazan. Este escenario propicio para la propagación de grandes incendios contrasta radicalmente con el paisaje que antaño caracterizaba a la Cordillera de la Costa de la zona centro-sur. Con los bosques nativos en un alto grado de fragmentación por la acción de los ciclos de monocultivo triguero y forestal, las condiciones de disponibilidad de agua y conservación de suelo han sido deterioradas gravemente, poniendo en riesgo a la población que habita los territorios.
La escasez hídrica y la responsabilidad de la industria forestal
Por una parte, la degradación del suelo provocada por las periódicas talas rasas, la contaminación de ríos y zonas costeras a causa de la industria de celulosa y sus emisiones de gases invernadero, contribuyen a potenciar el cambio climático. Junto a esto, la fuerte demanda de agua y nutrientes que ejercen las 2,5 millones de hectáreas de monocultivos forestales, propician la escasez hídrica en casi la totalidad de las comunas de la Cordillera de la Costa y del secano costero del centro-sur del país.
A mediados de Enero de 2015, varios focos de incendios afectaron más de 12.000 hectáreas de monocultivos forestales, matorrales y pastizales en las comunas de Constitución, San Javier y Cauquenes en la región del Maule, dejando casas destruidas, animales muertos y familias damnificadas. Bomberos, brigadistas e incluso algunas autoridades señalaban que la sequía era uno de los principales factores que agravaba la condición de los incendios ya que no había vertientes para aprovisionarse de agua y esta sólo se podía obtener mediante aeronaves.
El contexto de escasez hídrica que impera en la zona es reconocido por toda la población. Los camiones aljibe deben abastecerla continuamente durante toda la temporada estival, e incluso durante algunos meses de otoño y primavera. Sin embargo, esta condición climática es reciente, anteriormente esa zona estaba cubierta por extensos bosques nativos. Y aunque una parte de estos fueron destruidos durante el ciclo del monocultivo de trigo, en cerros y quebradas permanecieron amplias áreas boscosas relativamente bien conservadas hasta mediados del siglo XX. Se calcula que entre el río Maule y el Itata, durante los últimos 40 años se perdió un 67% de la superficie original boscosa. En esa zona de la Cordillera de la Costa, durante los años 1975 y 2000, se ha reportado la pérdida de 80 mil hectáreas de bosque nativo, las que fueron reemplazadas por plantaciones forestales. En la cuenca del río Purapel se ha reportado una declinación en la cubierta forestal nativa desde un 52.3% a un 14.2%. En el mismo periodo, el porcentaje de área cubierta por plantaciones forestales, principalmente Pinus radiata, se incrementó desde 12% a 55%. Junto a esto, se ha reportado un decrecimiento en la tendencia de los caudales de verano en esa zona. Se estima que el decrecimiento en el caudal para la temporada estival alcanza valores de 13.1 mm (entre 1981-1990) a 7.5 mm (entre 1991-2000) para la cuenca del Purapel y desde 7.3 a 5 mm para la cuenca de El Arrayán (Cauquenes) durante el mismo período. Estos patrones son interpretados como una evidencia de transformación en el régimen hidrológico en estas cuencas como consecuencia del cambio de uso de suelo hacia cobertura forestal de rápido crecimiento con pinos y eucaliptos.
Si bien, muchos estudios en diferentes regiones del planeta han documentado que en pequeñas cuencas hidrográficas las plantaciones de rápido crecimiento reducen el potencial hídrico, estas variaciones no han sido medidas de forma sistemática en otras cuencas de la zona centro-sur del país. Aun así, hoy casi toda la población reconoce en sus territorios características ambientales similares a las de las cuencas del río Purapel y El Arrayán. Con el menor rendimiento hídrico, los territorios cubiertos por monocultivos forestales quedan sometidos a un altísimo riesgo de incendios. Durante el seco periodo estival de Diciembre a Marzo, el peligro para la población es constante.
Temporada de incendios 2015
Además del gran incendio en la cuenca del Maule, durante los últimos meses se han registrado incendios forestales en Pichilemu, La Estrella, Curicó, Colbún, Maule, Cauquenes, Quirihue, Florida y Quillón. En la provincia de Concepción, se han registrado incendios forestales en Coliumo (Tomé) Cerro Perales y Centinela en Talcahuano, también en el Cerro Caracol en Concepción, y en las comunas de Santa Juana y Mulchén. Al norte de Coronel se quemaron 500 ha y en Laraquete se quemaron 2.370. En Talcamávida (Hualqui) y Colcura (Lota) el incendio estuvo a pocos metros de las viviendas. En la provincia de Arauco, donde más del 80% de su superficie son monocultivos forestales, se registraron incendios en San José de Colico (Curanilahue) con 1.277 ha, Lebu, Los Álamos y Tirúa. En la Provincia de Bío Bío, dos focos en la zona cordillerana amenazaban la Reserva Natural Ralco. En la región de la Araucanía: Traiguén, Victoria, Galvarino y Lumaco presentaban incendios forestales. A finales de febrero de 2015 según CONAF habían sido afectadas 63.031 hectáreas en todo el país. Una cifra menor comparada con las 94.796 de la temporada anterior.
Contaminación atmosférica
Las emisiones de material particulado y gases como monóxido de carbono y óxidos de nitrógeno desde incendios forestales juegan un papel importante en la química y la transmisión de radiación en la atmósfera. Debido al viento, que transporta aerosoles y cenizas a gran distancia, las emisiones de incendios forestales afectan no sólo a los alrededores de la zona, sino también influencian la atmósfera de la región, y en el caso de los grandes incendios de bosques de coníferas en Norteamérica y Asia o de Eucaliptus en Australia, presentan influencia a escala continental y hemisférica. Estos aerosoles pueden subir hasta la tropósfera superior y la baja estratósfera contribuyendo a reducir las gotas por nube, alterando la formación de nubes de precipitaciones y favoreciendo las condiciones de sequía. Si bien, en Chile las superficies involucradas en los incendios son mucho menores, las consecuencias locales de esta contaminación han sido escasamente consideradas y no han sido registradas. Cada verano, nubes de ceniza se dispersan a través de cientos de kilómetros en la atmósfera y sólo llaman la atención de la población cuando caen sobre las grandes ciudades. A mediados de Febrero, Concepción fue engullida por una gigantesca nube de humo que descendía por el Biobio desde los incendios de Mulchén y Santa Juana. San Pedro de la Paz, Hualpén y Talcahuano recibieron el humo constante de los incendios en la provincia de Arauco que traía el fuerte viento del sur. En Tirúa, el viento transformaba la columna ascendente de los incendios en una nube negra horizontal que bordeaba la costa hacia el norte y se adentraba en el océano frente a Lebu.
La responsabilidad en el origen del fuego
La mayor parte de los incendios forestales son intencionales. Hasta ahora, la gran mayoría de los focos tienen como responsables a campesinos descuidados, bomberos pirómanos, excursionistas torpes o turistas irresponsables. En general, desde el Estado y los medios de comunicación se busca ante todo, criminalizar y buscar culpables. Su discurso exime a las empresas forestales de toda responsabilidad, omitiendo las características ambientales de los monocultivos y señalando recurrentemente al movimiento mapuche como causante de los incendios. Todo debido a que durante los últimos años, desde este movimiento se han reivindicado quemas de monocultivo forestal en los territorios que legítimamente han recuperado. Estas reivindicaciones siempre se han ajustado a los terrenos en disputa directa y jamás a otros territorios alejados de sus comunidades, por lo que cuando se les intenta culpar de incendios en pueblos de tradición carbonera o incluso al norte del Biobio, queda claro que esta acusación carece de sentido. En Enero de 2012, en medio de un gran incendio en un predio de Forestal Mininco en la comuna de Carahue, el ministro del interior de la época, Rodrigo Hinzpeter, acusó sin ninguna prueba a la CAM (Coordinadora Arauco Malleco) como la responsable. Si bien, la acusación no prosperó por falta de pruebas, sirvió para develar la frecuente complicidad del Estado con las empresas forestales y contratistas. En ese mismo incendio, el 5 de Enero de 2012, murieron calcinados 7 jóvenes brigadistas subcontratados por Mininco, los cuales fueron enviados a combatir las llamas sin la preparación necesaria.
Por otra parte, la labor de los brigadistas ha sido precarizada durante décadas. Esta fuente de trabajo se abre todos los veranos en los pueblos donde el monocultivo forestal impide otras formas de subsistencia. Un jefe de cuadrilla que opera en la zona relató a Resumen cómo ha subido el ánimo entre los brigadistas debido a los mayores ingresos que perciben durante la temporada, y asimismo, se refirió con un tono de decepción al hecho de que pronto se acabará el calor y las condiciones idóneas para los incendios.
Las empresas forestales por su parte, continúan ganando en todo este escenario. Durante 2014, cuya temporada de incendios arrasó con más de 18.000 hectáreas sólo en la región del Biobio, las utilidades de la industria sobrepasaron por primera vez la barrera de los US$6 mil millones, consolidándose como la actividad económica más importante en la zona pese a la gran superficie arrasada por los incendios. Con todas las plantaciones de las empresas más importantes aseguradas contra el fuego, la población local tiene serias dudas acerca de la verdadera responsabilidad de la propia industria en los incendios. Todo pareciera indicar que la industria forestal se ha acomodado muy bien con esta “ecología del fuego” propia de bosques de coníferas y tan ajena a nuestros bosques nativos. Una dinámica que le ha sido sumamente útil para hostigar y culpar a comunidades enemigas y para incorporar mano de obra adicional a su sistema productivo. ¿Y la seguridad de la población? Nada para ella.
Los incendios forestales son una consecuencia de la acelerada expansión del modelo forestal chileno
El manejo orientado a la productividad por sobre cualquier otro parámetro potencia la masividad de las plantaciones. Esta forma de manejo impide que las plantaciones entreguen servicios ecosistémicos vitales a la población como la conservación del suelo y la disponibilidad de agua. Esta masividad estructural y necesaria para el modelo forestal exportador ha dado como resultado el incremento de la capacidad de combustible disponible, lo que incide en que los incendios puedan crecer hasta alcanzar grandes magnitudes, siendo muy difíciles de detener. Esto puede generar los denominados “fuegos de copas” que avanzan a gran velocidad y alcanzan altas temperaturas, destruyendo toda flora y fauna a su paso. Estos incendios atraviesan ríos y carreteras, mientras conejos y roedores huyen con sus cuerpos quemándose, contribuyendo a la propagación de las llamas. Un importante factor sanitario a considerar son las migraciones de ratones de cola larga (Oligoryzomys longicaudatus) durante incendios forestales. Estos roedores pueden dispersar el virus Hanta hacia zonas pobladas, como ocurrió en Marzo de 2012 en los alrededores de Concepción con el brote en la cárcel “El Manzano”. Si bien durante esta temporada no se reportó una alta cantidad de casos, el peligro se mantiene latente.
Además de acentuar la escasez hídrica que impera en los territorios, el riesgo de incendio se potencia por las condiciones de los árboles utilizados. El uso de especies resinosas como el pino, que presentan altas cantidades de trementina y otros compuestos inflamables, favorece la ignición a altas temperaturas. Asimismo, el uso de especies del género Eucaliptus incide en la propagación de incendios explosivos pues este árbol posee compuestos alcaloides en sus hojas, además de desprender de forma periódica grandes trozos de corteza, los que se acumulan como material combustible.
Por otra parte, los cortafuegos utilizados por la industria forestal en Chile han demostrado ser totalmente inefectivos para contener los incendios ya que en función de la productividad, estos no son más anchos que lo suficiente para el tránsito de camiones que realizan las faenas. En Enero de 2012, el gran incendio de Quillón destruyó también la sección Paneles de la planta Nueva Aldea de Celulosa Arauco, dejando en claro que ni ellos mismos pueden mantener seguras sus propias instalaciones.
De esta manera, un monocultivo de especies resinosas, con todos los árboles de la misma edad y misma altura, se conforma como un escenario propicio para la generación de grandes incendios, y contrasta a su vez, con el paisaje que caracterizaba a los destruidos bosques nativos de antaño, cuyo rol en la conservación del suelo y la humedad disminuía en gran medida el peligro de incendios forestales.
Única solución: recuperación del territorio y restauración del bosque nativo
Si de cortafuegos efectivos se hablase, debería plantarse en todas las zonas periurbanas adyacentes a monocultivos forestales, un cinturón de aislamiento de bosque nativo que asegure también el aprovisionamiento de agua de calidad y de suelo para sustentar las especies que están en peligro de desaparecer. Esta iniciativa jamás podrá emanar desde el Estado o la industria forestal, es la propia población la que debe hacerse cargo.
Mientras una significativa proporción de la zona centro-sur de Chile siga ocupada con monocultivos forestales de rápido crecimiento, la escasez hídrica y las condiciones propicias para este tipo de incendios continuarán. Los cambios climáticos provocados por la actividad industrial continuarán modificando de forma drástica los ecosistemas en todo el mundo. El Desierto de Atacama continuará su avance hacia el sur y los monocultivos forestales presionarán con fuerza la disponibilidad hídrica de los territorios. En este escenario, la población de la zona centro-sur se encuentra en serio riesgo con respecto a su habitabilidad.
Para la clase empresarial y para una significativa proporción de la población chilena que imita su gestión capitalista en el territorio, los impactos del modelo forestal no parecen tan terribles. Que nuestros territorios sustenten árboles de California y Australia como monocultivos altamente consumidores de recursos, representa un factor meramente anecdótico dentro de la cada vez mayor modificación global de ecosistemas que ha desplazado a la naturaleza en muchas regiones del planeta. La necesidad de la recuperación de nuestros territorios y de una restauración que permita mejorar las condiciones de vida de la población y de las demás especies desplazadas por el monocultivo forestal, emergen como tareas urgentes e indispensables para nuestra sobrevivencia.
Fuente/resumen/2015/03/20