En esta
ocasión no quiero ser objetivo, ya que quisiera plantear una crítica al sistema, a ese "creado por sus creadores". Los que, por cierto, no son otros más que "nosotros
mismos", tristemente.
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Algunos podrán disentir, otros, complementar visiones. Como sea, siempre mi intención será poder enriquecer el debate y fortalecer el respeto que todos y cada uno merecemos.
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La falta de objetividad en esta ocasión la dicta mi
rabia e injusticia en la que viven miles de chilenos y chilenas cuando tienen
que soportar la imposición de modelos empresariales altamente lucrativos a
expensas del estilo de vida de otros. A ello, por estos días, vamos sumando colusión tras
colusión, en donde unos pocos empresarios, de común acuerdo, logran manejar los
precios logrando jugosas utilidades (#ConfortGate). Y, de más está decir, que esto es una práctica reiterada y solo vendría ser la punta del iceberg en múltiples rubros.
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Muchas
veces se hace referencia al potencial de nuestro territorio (Zona Maule Sur, Biobio Norte) como un lugar que
posee condiciones, características y un tipo de desarrollo basado en la
economía local de gran proyección turística, fundamentado, por cierto, en las
condiciones naturales de la zona, por la calidez de su gente; el trabajo de la tierra, del mar y actividades asociativas o complementarias al turismo y la naturaleza. Un
modelo con un enfoque en mantener el equilibrio entre los atributos
ligados a la oferta de servicios y, una dinámica armónica, en la carga de la demanda. Esa es la formula anhelada para un crecimiento sostenible donde muchos
puedan beneficiarse, positivamente, en un abanico de oportunidades.
Más aún, en zonas rurales, donde existe un crecimiento y desarrollo paulatino
que da tiempo para poder replicar experiencias positivas y adecuarlas a nuestra
realidad. No lo contrario, por intereses foráneos.
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Una frase
recurrente que detesto es aquella que dice “pero si ya está todo “cocinado”; no
hay nada que hacer… tá’ todo arreglao”. Me revienta, es como, darse por perdido
a la primera sin la ilusión de pertenecer a la batalla, sin la rebeldía de
querer estar y ser parte del desarrollo y construcción de ideas encaminadas en mayores
opciones, para otros y para uno mismo.
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Confunde y lástima el derrotismo de aquel que se
encuentra extraviado, sin mucha esperanza, en el vacío del desempleo; la drogadicción o la indigencia; a la condena de una salud prohibitiva donde el que no tiene dinero, simplemente, tiene más chances de morir, o "existe menos" que otros; a las enfermedades y a la
esclavitud de los medicamentos (otro "negocio" con las personas). A la delincuencia desatada, "con" o "sin corbata". A vivir la sociedad, y la vida, como un negocio, como un bien de mercado. Patético. El ser humano, el ciudadano medio, un peón.
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Es claro que muchos viven sometidos a una rutina psicótica que no da tiempo
a pensar en otras cosas. En donde todo se ha mercantilizado y reducido a productos, bienes o servicios en manos del capital, del gran empresario inescrupuloso, del extranjero en muchos casos. Donde el agua no es un derecho y su acceso se encuentra condicionado por quien tuvo la información y privilegios en su momento para poder inscribirlos a perpetuidad, gratis, imposibles de expropiar y bajo leyes dudosas. Donde empresas que ganan cifras siderales descargan sus desechos en nuestras aguas imponiendo su negocio, para ellos, pero no para las comunidades donde se emplazan estas industrias.
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Que ganas de que muchos pudieran entender como los recursos del estado se han repartido al amparo de códigos de ley siniestros, como el 701 que mantiene el afán de querer ser prorrogado por 20 años más. Un modelo forestal que, desde 1974 y con subsidios del estado (llegando a financiar el 75%, o más, por planta. Más de 800 millones de dolares) aún no asume el grave impacto que ha provocado en zonas del centro sur de Chile, la contaminación reiterada de cursos de agua y predios agrícolas; la erosión y desertificación de terrenos; los megaincendios de monocultivos cada vez más reiterados por la aridez y escasez de agua; los ruidos y pésimos olores persistentes en sus instalaciones además de plagas. La descarga de desechos de su industria en el mar y sus consecuencias.
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Existen casos en que muchas personas han tenido que migrar convirtiéndose en empresas que, bajo su premisa de estar dentro del marco legal en sus faenas, terminan impactando para siempre la calidad de vida de las personas y, en muchos de esos casos, propietarios cercanos a complejos industriales, como Nueva Aldea en la comuna Ranquil, han optado por vender sus terrenos a la misma empresa para ir en busca de mejores condiciones para vivir. La empresa, estratégicamente, compra terrenos devaluados por "su" existencia y elimina o debilita comunidades que pueden afectar sus intereses. Brutal realidad que se va replicando cuando el impacto de determinados proyectos, después de algunos años de funcionamiento, ya se van observando. La vida tranquila de miles de chilenos cambió. La empresa hace su juego al amparo de la ley con el aval del estado e, inclusive, puede seguir aumentando su producción. Lindo. Mientras, la comunidad, fuera de toda lógica tradicional, se ve obligada a ser suministrada de agua envasada por el temor permanente de que sus pozos y tomas históricos de agua estén contaminados por desechos residuales de la empresa (Arauco) en comunas aledañas al río Itata.
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Existen casos en que muchas personas han tenido que migrar convirtiéndose en empresas que, bajo su premisa de estar dentro del marco legal en sus faenas, terminan impactando para siempre la calidad de vida de las personas y, en muchos de esos casos, propietarios cercanos a complejos industriales, como Nueva Aldea en la comuna Ranquil, han optado por vender sus terrenos a la misma empresa para ir en busca de mejores condiciones para vivir. La empresa, estratégicamente, compra terrenos devaluados por "su" existencia y elimina o debilita comunidades que pueden afectar sus intereses. Brutal realidad que se va replicando cuando el impacto de determinados proyectos, después de algunos años de funcionamiento, ya se van observando. La vida tranquila de miles de chilenos cambió. La empresa hace su juego al amparo de la ley con el aval del estado e, inclusive, puede seguir aumentando su producción. Lindo. Mientras, la comunidad, fuera de toda lógica tradicional, se ve obligada a ser suministrada de agua envasada por el temor permanente de que sus pozos y tomas históricos de agua estén contaminados por desechos residuales de la empresa (Arauco) en comunas aledañas al río Itata.
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En muchas partes del país se observan modelos empresariales de gran escala donde su poder es, curiosamente, mayor que el de las autoridades y el respaldo que tienen estas empresas les permite tener una influencia también mayor en las decisiones que puedan afectarles. La sartén por el mango en comunas rurales y de pobre presupuesto.
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Reconocemos, precisamente, que el control social se
basa en la rutina; en la esclavitud de la deuda; la salud; la delincuencia;
sistemas de pensiones tiránicos que muchas veces tienen como indicador común
leyes forjadas en dictadura, en la penumbra de habitaciones cerradas y poquitos participantes. Esto, obviamente, hace difícil para muchos tener tiempo para
tomar decisiones o participar en la creación de nuevos paradigmas y romper los
obsoletos. No hay cabeza. Entre el trabajo, la familia, los amigos, las cuentas, el temor, la incertidumbre, no da tiempo en una sociedad, paradójicamente, interconectada a pensar que podemos hacer, en conjunto, para cambiar de verdad esta manera de hacer y construir Chile.
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Es por
eso que hoy resulta tan urgente y necesario poder explorar nuevas maneras de
entender nuestra sociedad, país y/o planeta. Cada vez conocemos y sabemos más
respecto de conceptos como calentamiento global y/o cambio climático. Ya no es
un “pasará”. No. Está pasando y es clave, que con los cambios naturales que el planeta tierra está
teniendo hoy, más allá de nuestra responsabilidad en ello, podamos entender un modelo económico de visión de desarrollo en una nueva
escala; en un distinto nivel, donde entendamos la era impresionante que nos ha
tocado vivir con el desarrollo tecnológico más vertiginoso en
nuestra historia y que marca ya una nueva época, la de la información, que no para, demostrando la inteligencia que nos sitúa en la "cúspide de la cadena alimenticia" (en teoría). Ojalá que esa impresionante capacidad que tenemos de aprender y evolucionar nos ayude a defender nuestra naturaleza y no destruir el único planeta que habitamos. Seguro, lo último, no es inteligente.
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Es por
eso que se hace imperioso, necesario y urgente exigir espacios de
incidencia donde la “clase política” y la “élite nacional” compartan el poder
anquilosado y podamos hacer una sociedad más justa, coherente, sin dobles
discursos ni manos por debajo de la mesa y donde, ante todo, la comunidad tenga
un igual espacio en la opinión y decisión de su futuro, de su sociedad, de su nación frente a un sistema político en crisis que no posee los atributos hoy para recuperar el respaldo de una ciudadanía más informada y cansada de tanto aprovechamiento. Sin olvidar la exigua representación en urnas del gobierno vigente.
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Participar en los procesos es un derecho y un deber que necesitamos cumplir. Es imperioso poder desafiarnos, a nosotros mismos, para usar la tecnología y formas de comunicación actual, poder aliarnos, fortalecernos, aprender y ser un referente, en buena ley, que permita destrabar los tornillos de muchos que se han oxidado al poder y caído en las fauces de un sistema arcaico y antidemocrático que beneficia de manera morbosa a un solo sector de nuestra sociedad, una sola clase económica y política haciendo más graves las brechas y desigualdades en nuestro país.
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Participar en los procesos es un derecho y un deber que necesitamos cumplir. Es imperioso poder desafiarnos, a nosotros mismos, para usar la tecnología y formas de comunicación actual, poder aliarnos, fortalecernos, aprender y ser un referente, en buena ley, que permita destrabar los tornillos de muchos que se han oxidado al poder y caído en las fauces de un sistema arcaico y antidemocrático que beneficia de manera morbosa a un solo sector de nuestra sociedad, una sola clase económica y política haciendo más graves las brechas y desigualdades en nuestro país.
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Basta de cúpulas políticas y empresariales; carteles de papel y farmacias; de boletas truchas, senadores y diputados en el banquillo; de empresas que terminan botando su mercancía tóxica en el mar por su misma existencia; de Alcaldes
sentenciados por cohecho, de malversación de caudales públicos; donativos de campañas de holdings privados, colusiones varias,
etc. Basta, de una vez, que los mismos, a todo nivel, administren la política y que existan candidatos con antecedentes manchados que pretendan seguir en ella y, peor aún; que la ciudadanía lo sepa y se corrompa en el proceso, se estanque o quede recluida; desechada; desplazada; olvidada.
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Esto ya no resiste análisis. Las esferas del poder no comprenden el
llamado de la ciudadanía y la necesaria evolución de
nuestra política y sistema democrático.
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Es por eso que se hace necesario plebiscitos o consultas ciudadanas vinculantes, que nos invite a pensar que es lo que queremos como sociedad en donde el centro del debate sea poder actualizar y legitimar una nueva Constitución para Chile y sea la mayoria, de verdad y sin cuestionamientos de ningún tipo, la que decida y le dé el real sentido de vivir en Democracia (Demo = Pueblo | Cracia = Poder).
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Yo quiero un mejor país. ¿Y tú?.
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Yo quiero un mejor país. ¿Y tú?.
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Rodrigo de la O