Por Marcos Uribe Andrade | 17 de mayo de 2017 | Fuente: @RADIODELMAR
A un año del mayor desastre ambiental de la historia del archipiélago, las comunidades reflexionan acerca de lo que ha ocurrido en el Archipiélago: “Ahora las empresas se están olvidando de nosotros también: los centros de cultivo ocupan cada vez menos gente y producen más que antes. Nuestras playas están todas cochinas, contaminadas… no tienen ni mariscos ya.”
Recuerdo haberle dicho a mi marido, cuando eramos jóvenes aún: y qué haremos después, cuando se vayan; cuando ya no tengan interés…tú crees –le dije- que estos son distintos que otros tantos….siempre es lo mismo: sólo les interesa llenar sus bolsillos bien llenos y rápido. No les interesa lo que quede o no quede acá, porque ellos no son de la tierra, ni del mar….su patria es el dinero…ojalá no sea así, pero no creo que me equivoque. Tal vez no fue así como se lo dije –me dice María del Rosario- porque uno con el tiempo va aprendiendo a hablar mejor, pero fue lo que le quise decir.
Aquí en el campo, más los hombres que las mujeres, se sintieron atraídos por las industrias, un poco cansados también por la vida difícil del campo, con poco apoyo. Parece que a Chiloé ningún gobierno lo ha querido mucho. Nosotros, por suerte no hemos vendido nuestra tierra, porque siempre hay muchas necesidades y la gente a veces no aguanta y prefiere unos pocos pesos y se deshace de sus campos por un par de millones….vea usted: ¡qué son los millones!. Algunos vecinos se han ido a la ciudad; han vendido y se han ido. Han comprado sitio y casa en una población y ahí se han quedado y han ido entristeciendo: ¿qué hace un campesino de toda la vida, sin tierra, encerrado en un sitio donde no entra ni una papa? porque la tierra en la ciudad es más cara, ¿vio?…mucho más cara… ¿y ahora? Claro, Las industrias nunca pierden… el Estado las ayuda al primer tropiezo….ni piden las ayudas….el gobierno corre a socorrerlos y terminan más ricas ¿Quién socorre a los campesinos empobrecidos? Ahora las empresas se están olvidando de nosotros también: los centros de cultivo ocupan cada vez menos gente y producen más que antes. Nuestras playas están todas cochinas, contaminadas… no tienen ni mariscos ya. La pesca es escasa y los mares tienen dueño….si ven a nuestros hombres por ahí, con un bote, son capaces de matarlos…les disparan porque piensan que les andan robando. Nosotros que viviamos aquí libremente, ahora somos los invasores de nuestra propia tierra y nuestro propio mar.
A Juan le dije, antes de que tuviéramos nuestra primera hija, que ya tiene más de treinta y está casada; tiene tres hijos medianos ya…y trabaja en una tienda de empleada en Castro: no se te ocurra vender el campo… y convence a tus hermanos de lo mismo, porque esto no dejará nada bueno a la larga. El tiempo me dio la razón. Por suerte me hizo caso el hombre. ¡Gente tonta digo yo!…se creían bakanes -como dicen ahora los chicos- porque se empleaban en la industria…los trataban pésimo; los miraban con desprecio porque eran chilotes. Pero la cosa no era simple…las industrias, a la larga ocuparon todo y la gente se empezó a alejar del campo, de la tierra…se hicieron obreros… ¡nos hicieron obreros! Es verdad que a veces ganaban buenas lucas, pero sumando y restando, claro que estamos más pobres. La pobreza no es sólo tener o no tener cosas….la pobreza va por dentro también. Hasta yo he tenido que emplearme a veces de operaria. Una vez trabajé en una que nos daban pañales porque no podíamos ir ni al baño. A esos los mandé a freír monos. Por suerte uno tiene su terrenito en el campo y puede sobrevivir sin ellos.
María del Rosario me sorprende: avanza a estribor por cubierta, con prisa que no entendí. Levanta la mano y saluda…era una embarcación con pasajeros que encontramos en la ruta. Pensé que no regresaría a mi lado, pero no…al momento vuelve y busca algo entre sus cosas. Saca un termo y un mate para cebar….aquí se toma harto mate -me dice. Supone, que no soy de la isla. Guarda silencio mientras prepara la yerba….se concentra y succiona la bombilla con un gesto de profunda inspiración en sus recuerdos…alarga el silencio unos segundos….iba Juan en la lancha … va al pueblo por unos trámites y regresa mañana… si Dios quiere, agrega con evidente fe en la incertidumbre de los días.
No faltan los que nos dicen que sin las salmoneras estariamos como antes -continúa relatando. Es decir, tendriamos menos caminos y menos escuelas y no tendriamos luz y nada de eso. Yo pregunto: ¿la gente que dice eso, creerá que una es tonta, o serán tontas ellas? ¿Por qué decretan esa mentira como si fuera cierto? Han pasado casi cuarenta años y casi todos los avances, aparte de que han costado mucho tiempo y muchos son a medias no más, los ha tenido que hacer el Estado y a regañadientes…y tenemos más escuelas, pero tenemos menos cultura ¿o usted cree que nosotros estamos felices?. Nosotros teniamos muy bonitas costumbres acá, nos queriamos todos, nos ayudabamos pa’l tiempo de la siembra y la cosecha. Si hasta las casas las haciamos entre todos. Eramos una comunidad de verdad. Ahora ya no…si no tienes plata no puedes hacer nada porque todo se cobra y como nadie tiene mucha plata, no es mucho lo que se puede hacer…ya no podemos sembrar hectáreas como antes. Ahora podemos trabajar nuestras huertas no más…y solitas, porque los hombres tienen que andar de asalariados por ahí a quince lucas el día…dígame usted, ¿qué se hace con esa plata y una vida endeudada? Nada!
A la vida en Chiloé le ha envuelto el chamao, como dicen los mayores…cuando pienso en ella, así la veo: es como un banco de niebla baja que se arrastra por los cerros y el mar…es una tristeza que nos está matando…parece que nuestra tierra nos está hablando….desde que ocurrió lo de mayo del año pasado que parece que nos habla. Será nuestra pura conciencia no más digo, que nos habla de culpas también. No es que uno sea mal agradecida y no valore que hoy tenemos cosas que antes no teniamos, pero son cuarenta años…la gente que piensa que le debemos todos los adelantos a las salmoneras, no piensa en qué gallo nos cantaría si nos hubieran apoyado a nosotros, a nuestros viejitos, con sus costumbres maravillosas. Pero si aquí, nuestros padres y abuelos hacían muchas cosas. Yo me pregunto ¿de qué vale tanto trabajo, tanto pescado, tanto negocio y tanto sufrimiento de la gente si al final la plata no es de uno, ni queda acá….lo que queda en la isla no es ni la sombra de lo que hubiese quedado si nos hubieran ayudado…si nos hubieran dado apoyo para nuestro desarrollo, en vez de entregar nuestras tierras y el mar a gente que no le interesa nuestra cultura, ni nada de nosotros; sólo les interesa que puedan criar sus bichos… esos que hasta mal nos hacen si los comemos, porque son unos pescados inmundos, llenos de enfermedades….están vivos porque los embalsaman con antibióticos y de paso contaminan todo.
La lancha de los Mascareña ya llega a Chaulinec; ya se aproxima a la isla…María del Rosario comienza a buscar sus cosas. Viene por unos días de visita a casa de los Velásquez, una familia amiga. Su rostro muestra ojos de resignación. En un comienzo algo desconfiada, me habló entrecortado, en respuesta a algunas preguntas que le hice para romper el hielo, pero cuando le pregunté por la vida, fue un libro de mil hojas que derramó sus palabras llenas de tristes y bellas experiencias, como suele ser la vida en estos territorios, porque de todos modos el estar acá, algo tiene…algo tiene de esa magia que todos encuentran en este archipiélago, aunque hoy tenga ese manto triste de niebla que no quiere disiparse ni con los días más lindos del verano.
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