Escrito por Juan Carlos Cardenas | Director Centro Ecoceanos | Fuente: El Mostrador
Lo que está ocurriendo en Chile con el escape de 690 mil ejemplares de salmón Atlántico de la empresa Marine Harvest contrasta con lo que sucedió en los Estados Unidos, donde frente al escape de 300 mil ejemplares de salmón del Atlántico desde un centro de cultivo de la transnacional canadiense Cooke Aquaculture, en el área de Puget Sound, el Congreso de Washington decidió en marzo de 2018 prohibir las operaciones de los centros de cultivo industrial de salmón en aguas estatales, por considerar “insoportables” sus impactos ambientales y sanitarios sobre las poblaciones de peces silvestres.
El escape de
690 mil ejemplares de salmón Atlántico (Salmo salar) desde el centro de cultivo
de Punta Redonda, Comuna de Calbuco, de propiedad de la transnacional noruega
Marine Harvest, evidencia los destructivos impactos que genera esta industria
exportadora en el medio ambiente, la salud pública y los derechos de las
comunidades costeras del sur de Chile.
A casi un
mes del gran escape, Marine Harvest solo ha recuperado el 5,7% de estos voraces
carnívoros. Con ello evidencia la inefectividad del plan de contingencia del
centro de cultivo. Los 652 mil salmones restantes se encuentran generando un
triple efecto combinado sobre los ecosistemas y la biodiversidad acuática
regional: depredación, transmisión de enfermedades, y competencia por espacio y
fuentes de alimentación.
Entre las
principales especies afectadas están el endémico puye (Galaxia maculatus), y
los ejemplares juveniles de merluza, sardina y/o pejerreyes, todos de gran
importancia para la cadena trófica, la alimentación local, y la economía de las
comunidades costeras, pueblos originarios y pescadores artesanales.
Se estima
que 1 millón de salmones y truchas de cultivo se fugan anualmente hacia los
ríos, lagos y áreas marino-costeras del sur de Chile. El escape del centro de cultivo de Punta Redonda
supera ampliamente los 165 mil salmones fugados durante la temporada 2017.
Para Marine
Harvest estas situaciones no son una excepción, ya que en su memoria anual
mundial reconoce que tuvieron 15 incidentes de escapes el 2017, con 23.223
peces fugados, duplicando los escapes del 2016, con 12.790 salmones fugados.
“Durante los últimos ocho años –según el Ministerio de Economía– más de 2 millones de salmones han escapado desde los centros de cultivos de la transnacional noruega Marine Harvest. Estos peces carnívoros, introducidos en aguas chilenas, están contaminando y depredando la biodiversidad acuática, bajo el amparo de una legislación permisiva y la complicidad de altos funcionarios estatales”.
El “cáncer de las costas” chilenas
Como plaga
invasora, el salmón Atlántico tiene la capacidad de remontar los estuarios de
ríos, pudiendo desarrollar procesos de adaptación y naturalización, tal como ya
ha ocurrido con el salmón Chinook, Coho y la trucha café.
Lo
catastrófico de esta situación es que en los ríos y lagos chilenos existen 45
especies de peces nativos, de los cuales un 80% son endémicos (especies cuya
distribución es exclusiva de un área geográfica), encontrándose la mayoría en
la categoría de “especies amenazadas”.
Además, la
industria salmonera ha introducido durante las últimas décadas más de 20
enfermedades virales, bacterianas y parasitarias en los ecosistemas acuáticos
de Chile.
La Republiketa salmonera de Chile
Marine Harvest tiene hasta el 5 de agosto para recuperar al menos el 10% de los 690 mil salmones escapados. De lo contrario, Sernapesca presumirá que existe un daño ambiental, arriesgándose la empresa a multas de hasta 3 mil UTM y la posibilidad de perder su concesión salmonera de Punta Redonda.
La
recuperación del 10% de los peces escapados es tan solo una cifra testimonial,
no proporcional a la gravedad de este nuevo desastre sanitario-ambiental. Esto
demuestra que las regulaciones de acuicultura están hechas a la medida de los
intereses corporativos y que para el Estado chileno no son prioritarios los
graves daños acumulativos que provienen de la expansión salmonera.
El Estado
chileno ha sido reactivo frente a este nuevo escape, dejado la iniciativa en manos
de Marine Harvest, teniendo en cuenta que la Resolución de Calificación
Ambiental (RCA) de la concesión de Punta Redonda no contempla medidas de
reparación, compensación y/o mitigación de los diversos impactos que deriven de
la fuga de salmones Atlántico.
Salmoneras en Chile: un mensaje desde USA
Lo que está
ocurriendo en Chile contrasta con lo que sucedió en los Estados Unidos, donde
frente al escape de 300 mil ejemplares de salmón del Atlántico desde un centro
de cultivo de la transnacional canadiense Cooke Aquaculture, en el área de
Puget Sound, el Congreso de Washington decidió en marzo de 2018 prohibir las
operaciones de los centros de cultivo industrial de salmón en aguas estatales,
por considerar “insoportables” sus impactos ambientales y sanitarios sobre las
poblaciones de peces silvestres.
La decisión
del Congreso de Washington constituye una poderosa señal internacional, de
incalculables implicancias políticas y comerciales para el Estado chileno y la
subestándar industria salmonera exportadora del sur del país. También
constituye un precedente que fortalecerá las exigencias del movimiento de
ciudadanos(as) y comunidades costeras que luchan contra la expansión de esta
industria exportadora que espera producir en aguas chilenas 1,2 millones de
toneladas anuales para el 2030.
Una industria adicta a los antibióticos
Extraña la
falta de acciones de las autoridades del Ministerio de Salud frente a los
riesgos que implica la comercialización y el consumo de una cantidad
desconocida de salmones escapados medicados con florfenicol por lo tanto, no aptos para la alimentación humana,
especialmente niños y embarazadas. A pesar de que el ministro de Salud, Emilio
Santelices, señaló que “no se ha establecido si los niveles de antibióticos en
los salmones puedan ser de riesgo para la población” (sic), la industria del “salmón químico chileno” es
la que emplea más antibióticos por tonelada de salmón producido a nivel global
(700 veces más que las producciones noruegas).
Tan solo el
2017 se utilizaron 394 mil kg de antibióticos, los que en un 95% fueron
administrados preventivamente a los peces en la fase de agua de mar. Se estima
que entre un 40% a 90% de los antimicrobianos suministrados no son absorbidos
por los peces, siendo liberados al medio acuático a través de la orina y las
fecas, generando condiciones para la creación de cepas bacterianas resistentes
a los antibióticos de uso común, tanto en seres humanos, salmones, como en los
ecosistemas terrestres y acuáticos.
A lo
anterior se debe agregar que la alimentación intensiva de salmónidos se basa en
el empleo de harina de pescado de origen industrial, los que presentan
contaminantes orgánicos persistentes, tan tóxicos como dioxinas y bifenilos
policlorado.
Los malos antecedentes sanitarios del centro Punta Redonda
La
aprobación de la solicitud de Marine Harvest para obtener la concesión del
centro Punta Redonda en isla Guar, la efectuó el Servicio de Evaluación
Ambiental (SEA), a través de una simple Declaración de Impacto Ambiental (DIA),
asumiendo que no generaría daños ambientales relevantes. Por ello, mediante otra
RCA se autorizó el 2011 aumentar cinco veces
su producción, pasando de 1.020 tons a 6.500 toneladas de salmones por
ciclo productivo. El 2016, el centro de cultivo de Punta Redonda fue sancionado
por el Sernapesca por no cumplir con el Reglamento Ambiental para la
Acuicultura (RAMA).
El costo
real para Marine Harvest de este desastroso evento es tan solo de imagen
corporativa, pues la empresa cuenta con seguros comprometidos contra los
escapes masivos de peces. Por lo tanto, los únicos afectados serán los
maltratados ecosistemas y la biodiversidad acuática, así como la salud pública
y las comunidades locales de la Región de Los Lagos.
Es evidente
que Marine Harvest aplica una política de “dobles estándares” en Chile, ya que
su irresponsable comportamiento sanitario y ambiental no sería permitido en
Noruega o en los Estados Unidos.
La ciudadanía y comunidades interpelan al Estado chileno
Las
organizaciones ciudadanas, movimientos sociales y comunidades de pueblos
originales exigen:
- Caducar la concesión del centro de cultivo de Punta Redonda por reiteradas violaciones a las regulaciones de acuicultura y grave daño ambiental y a la salud pública.
- Establecer un plan de monitoreo y fiscalización del área de escape y de los ríos y estuarios adyacentes, de al menos 3 años.
- Crear una pesquería artesanal de salmón escapado, categorizándolos como una plaga invasora que pone en riesgo a los ecosistemas acuáticos.
- Prohibir el empleo profiláctico de antibióticos en salmones sanos por parte de la industria salmonera, por constituir una práctica aberrante y de alto riesgo sanitario.
- Implementar un programa de vigilancia epidemiológica de la resistencia bacteriana en las regiones productoras de salmónidos de cultivo.
- Cumplir los compromisos del Estado chileno con la campaña internacional “Una Salud”, de la Organización Mundial de la Salud, para el control del empleo abusivo de los antimicrobianos y la resistencia bacteriana.
- Establecer una moratoria indefinida a la expansión de la industria salmonera en Chile.
La campaña
ciudadana www.salmonquimicochileno.cl,
llama a no consumir salmón de cultivo por su riesgo para la salud y el medio ambiente, y a los chefs, restaurantes y
sushi-bares a excluir el salmón industrial de sus menús.