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viernes, 12 de marzo de 2010

Bitacora: Terremoto/Tsunami 27/02/2010

Por Rodrigo de la O
Del vertigo, del horror sentido cuando me enteré del terremoto en Bogotá a la incomprensión e incredulidad de no saber de la familia, de los cercanos, de los amigos, permanecí pegado a las noticias y redes sociales de manera eufórica e inmediata para tratar de entender lo que sucedía. La incomunicación fue total, el blackout absoluto. No hubo como saber de la real magnitud del terremoto y posterior tsunami que golpeó de manera violenta las costas del centro sur de Chile el 27 de febrero de 2010 a las 3:34 de la madrugada teniendo como epicentro de magnitud 8.8 Richter nuestras costas entre el Maule y Biobío.


Pude salir de Bogotá en un vuelo de la Fuerza Aerea Colombiana el día lunes 1 de marzo rumbo a Chile. Hicimos escala en Calí y despues Aduana en Antofagasta en donde estuvimos más de 4 horas dado que nuestros amigos del SAG querían fumigar el avión de la FAC que venía con la tripulación personal del Presidente Uribe, pero, esa es otra historia.
Llegamos a Santiago alrededor de las 23 horas y proseguimos al hotel quedando a la espera de poder partir cuanto antes a mi hogar y saber de los míos. Entendiendo que la comunicación era nula espere un día más para poder coordinar algun tipo de ayuda y encontrar la manera óptima de poder llegar a la zona de la catástrofe (que no era otra que la mía propia). Fui a la oficina de la ONEMI a intentar conseguir un telefono satelital que obviamente no conseguí. Sin embargo, pude decirles en la cara que fueron incapaces de dar la alerta temprana en la zona de tsunami tal vez por incapacidad o incompetencia, no lo sé. Lo que sí tengo claro es que producto de una mala decisión y falta de comunicación murió gente y eso se debe asumir.
Coordinando con un muy buen amigo pude arribar a Chanco el día martes como a mediodía. Al pueblo típico lo encontre herido demostrando en su cansada y agrietada arquitectura el lamento de los años, de los recuerdos y la faz mustia de sus habitantes denotaban el pavor manifiesto. Fue muy impactante ver como a ratos las personas aún perturbadas corrían ante cualquier rumor de maremoto o tsunami con los ojos desorbitados rumbo a las alturas enfrascados en una lucha esteril para poder encontrar seguridad a toda costa.
Despues arribamos a Pelluhue y Curanipe donde el panorama me calo hondo entendiendo que la devastación encierra un grito ahogado de impotencia y dolor al ver a mi pueblo, su gente, abatidos por una fuerza irreal de pesadilla incapaces de explicar las razones, los porques de aquel paisaje apocaliptico. En silencio trate de encontrar el fundamento que me permitiera salir de mi perplejidad y, aun ausente, me di cuenta que todo aquello es simplemente un mensaje de nuestra madre tierra que es preciso descifrar. Quizás sea tiempo de hacer un alto, una pausa, un parentesis y en la esperanza de buscar la forma de proseguir podamos ser capaces de distinguir los errores y hacer de una buena vez las cosas mejor.
Con el paso de los días entiendo, algo cansado, que producto de los sucesos vividos aflora lo mejor y lo peor de la condición humana. Esperamos poder sortear los obstaculos y ser una contribución real. Existen muchas personas que de verdad necesitan una ayuda pero mas allá de los alimentos y el techo es importante poder mirarles a los ojos hurgar en su corazón, abrazarles, oírles y entregarles la tranquilidad necesaria de un país que sufre y ansía poder salir cuanto antes, una vez más, de este colapso brutal que nos deja heridos pero más vivos que nunca.

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