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viernes, 22 de mayo de 2020

Diversidad biológica y sostenibilidad

Por Fernanda Salinas | Investigadora FIMA | Nota Original CodeXVerde
Chile ratificó en 1994 el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que tiene como objetivo principal la conservación y uso sostenible de la diversidad biológica. Al año 2010, las partes en el convenio aprobaron el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica, incluyendo las veinte Metas de Aichi para la Biodiversidad para el período 2011-2020.
Los objetivos de este plan eran abordar las causas de la pérdida de la biodiversidad incorporándola en todos los ámbitos gubernamentales y de la sociedad, reducir las presiones directas sobre la biodiversidad y promover el uso sostenible, mejorar la situación de la diversidad biológica protegiendo los ecosistemas, las especies y la diversidad genética, aumentar los beneficios de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas para todos y mejorar la aplicación a través de planificación participativa, gestión de conocimientos y creación de capacidad.
Entre las Metas de Aichi se encuentra, por ejemplo, la eliminación de subsidios perjudiciales y la implementación de incentivos para la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, reducir a cerca de cero la pérdida, degradación y fragmentación de los hábitats naturales, y conservar un 17% de los ecosistemas terrestres y aguas continentales y un 10% de las zonas marinas y costeras, restaurar y proteger ecosistemas que proveen agua y contribuyen a la salud, bienestar y medios de vida, considerando especialmente mujeres, comunidades indígenas y locales, pobres y vulnerables, restaurar al menos un 15% de las tierras degradadas y respetar los conocimientos, las innovaciones y las prácticas tradicionales de las comunidades indígenas y locales pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la biodiversidad y los usos tradicionales.
El fracaso del cumplimiento de los objetivos del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica queda de manifiesto en Sexto Informe Nacional de Biodiversidad de Chile. En este informe se reconoce que la pérdida, degradación y fragmentación de los ecosistemas sigue siendo la principal amenaza para la biodiversidad, y que el cambio de uso de suelo, impulsado por la industria agrícola y forestal y la urbanización, es uno de los principales factores causantes del deterioro y pérdida de ecosistemas terrestres del país. Además, reconoce que la minería afecta ecosistemas frágiles por la extracción de aguas subterráneas, la contaminación de los acuíferos, las faenas abandonadas, paralizadas y sus residuos, incluyendo los relaves, que representan un riesgo para la vida y salud de las personas y los ecosistemas.
Identificadas las principales causas de la pérdida de ecosistemas naturales, se esperaría que se tomaran medidas urgentes para limitar el cambio de uso de suelo, proteger ecosistemas amenazados, restringir la afectación de ecosistemas frágiles y limitar la urbanización, al mismo tiempo que se promoviera la restauración ecológica de ecosistemas que proveen agua, salud, bienestar y medios de vida. A pesar de la urgencia ecológica y social que nos apremia, se continúa priorizando la visión economicista por encima del cuidado de la naturaleza y de las personas, como se refleja en el Plan Nacional de Restauración de Paisajes (2020-2030) sometido a consulta pública hasta el 14 de Febrero 2020 y en el Proyecto de Ley que crea el Ministerio de Agricultura, Alimentos y Desarrollo Rural, que busca convertir al país en una potencia agroalimentaria, pesquera, acuícola y forestal, cuando la industria agrícola y forestal son responsables de un 96% del consumo de agua a nivel nacional, y los ecosistemas naturales, las personas más desposeídas, los campesinos y los crianceros sufren las consecuencias.
Aunque Chile no ha cumplido con su compromiso internacional, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, el  Plan Estratégico para la Diversidad Biológica y las Metas de Aichi se mantienen como un referente para que las políticas públicas se orienten a la sostenibilidad.

sábado, 18 de julio de 2009

Madre ambiente

Ecología viene del griego oikos, casa, y logos, conocimiento. Por tanto, es la ciencia que estudia las condiciones de la naturaleza y las relaciones entre todo lo que existe -pues todo lo que existe coexiste, preexiste y subsiste-. La ecología trata, pues, de las conexiones entre los organismos vivos, como las plantas y los animales (incluyendo los humanos), y su medio ambiente.
Quizás fuera más correcto, aunque no tan apropiado, hablar de ecobionomía. Biología es la ciencia del conocimiento de la vida. Ecología es más que el conocimiento de la casa en que vivimos, el planeta. Así como economía significa administración de la casa, ecobionomía quiere decir administración de la vida en la casa. Y es posible llamar al medioambiente madre ambiente, pues él es nuestro suelo, nuestra raíz, nuestro alimento. De él venimos y a él volveremos.
Esta visión de interdependencia entre todos los seres de la naturaleza se perdió con la modernidad. A lo cual ayudó una interpretación equivocada de la Biblia -la idea de que Dios lo creó todo y finalmente lo entregó a los seres humanos para que “dominasen” la Tierra-. El dominio se convirtió en sinónimo de expoliación, estupro, explotación. Se buscó la manera de arrancarle al planeta el máximo de lucro. Los ríos fueron polucionados; los mares, contaminados; el aire que respiramos, envenenado.
Pero no existe separación entre la naturaleza y los seres humanos. Somos seres naturales, y humanos porque estamos dotados de conciencia e inteligencia. Y espirituales, porque estamos abiertos a la comunión de amor con el prójimo y con Dios.
El Universo tiene cerca de catorce mil millones de años. Y el ser humano existe hace apenas dos millones de años. Eso significa que somos el resultado de la evolución del Universo que, como decía Teilhard de Chardin, es movida por una “energía divina”. Antes del surgimiento del hombre y la mujer, el Universo era bello, pero ciego. Un ciego no puede contemplar su propia belleza. Cuando surgimos, el Universo ganó, en nosotros, mente y ojos para mirarse en el espejo. Al mirar la naturaleza, es el Universo quien se mira a través de nuestros ojos. Y ve que es bello. Por eso es llamado Cosmos. Palabra griega que da también origen a la palabra cosmético -lo que imprime belleza.
La Tierra, ahora, está degradada. Y nosotros sufrimos los efectos de su devastación, pues todo lo que hacemos se refleja en la Tierra, y todo lo que sucede en la Tierra se refleja en nosotros. Como decía Gandhi: “La Tierra satisface las necesidades de todos, menos la voracidad de los consumistas”. Son los países ricos del Norte del mundo los que más contribuyen a la contaminación del planeta. Son responsables del 80 por ciento de la contaminación: EE.UU. contribuye con el 23 por ciento e insisten en no firmar el Protocolo de Kyoto.
“Cuando el último árbol sea talado -dice un indio de Norteamérica-, el último río envenenado y el último pez pescado, entonces vamos a darnos cuenta de que no podemos comer dinero”.
El mayor problema ambiental, hoy, no es el aire contaminado o los mares sucios. Es la amenaza de extinción de la especie humana debido a la pobreza y a la violencia. Salvar la Tierra es liberar a las personas de todas las situaciones de injusticia y opresión.
La Amazonia brasileña es un ejemplo triste de agresión a la madre ambiente. Al comienzo del siglo XX, muchas empresas se enriquecieron con la explotación del caucho y dejaron en su lugar un rastro de miseria. En los años 70 el multimillonario norteamericano Daniel Ludwing cercó uno de los mayores latifundios del mundo -dos millones de hectáreas- para explotar celulosa y madera, dejándonos como herencia tierra devastada y suelo agotado casi convertido en desierto. Eso que pretende repetir; ahora, el agronegocio interesado en talar la selva para plantar soya y criar ganado.
La injusticia social produce desequilibrio ambiental y eso genera injusticia social. Con razón propiciaba Chico Mendes la economía sustentable (o sea capaz de no perjudicar a las futuras generaciones) y la ecología centrada en la vida digna de los pueblos de la selva.
La mística bíblica nos invita a contemplar la Creación como obra divina. Jesús nos moviliza a la lucha en favor de la vida de los otros, de la naturaleza, del planeta y del Universo-: Dicen los Hechos de los Apóstoles “Él no está lejos de cada uno de nosotros. Pues en Él vivimos, nos movernos y existimos. Somos de la raza del mismo Dios” (17, 28).
Todo este mundo es morada divina. Debemos tener una relación complementaria con la naturaleza y con el prójimo, de los cuales dependemos para vivir y ser felices. Eso se llama amor.
FREZ BETTO (Traducción de J.L.Burguet)