Desde el año 1955 se advirtió que, al menos en la Cuenca de Santiago,
se registraba empíricamente una sobreexplotación del agua subterránea que se
traducía en descenso de niveles del orden de 1 metro por año. En esa época el
uso de agua subterránea era reducido. Posteriormente en el año 1968 y a raíz de
una de las tantas sequías se demostró que los descensos eran generalizados y se
advertía sobre la necesidad de hacer algo para evitar su agotamiento. Esto sin
necesidad de aplicar modelos matemáticos de dudosa validez, simplemente midiendo
los niveles en los pozos.
Numerosos profesionales de muy alta calificación
académica, de los cuales hoy hay pocos, advertían sobre la necesidad de regular
la explotación del agua subterránea porque estaba demostrado que la demanda era
superior a la oferta en numerosas cuencas de Chile. Pero las autoridades
teóricamente responsables nada hicieron, lo cual es frecuente.
Aparece el Código de Aguas en cuya
redacción no participó nadie que entendiera el problema global y solo para
mencionar un error garrafal hizo un distingo entre aguas superficiales y
subterráneas ignorando, lo por todos sabido, que se trata de un solo
recurso.
Con la Constitución del 80 se estableció que las aguas dejaban de ser un Bien Nacional de uso público y pasaban a ser de
propiedad de quienes habían obtenido legalmente los respectivos derechos.
Posteriormente, se modificó el Código y, salvo la incorporación de una patente
irrisoria por no uso, nada importante cambió. A modo de ejemplo de esta
transformación economicista que ingenuamente consideró que debía establecerse un
mercado del agua, resultó que hoy la mayor parte del agua existente en Chile, no
es chilena. De los usos no consuntivos, el 81% del agua chilena, es italiana ya
que pertenece a Enel, quien la compró a Endesa España, la que a su
vez la obtuvo graciosamente de Endesa Chile. Lo mismo pasó con las sanitarias,
se les regaló gentilmente.
En la situación actual y sobre la base de datos
irrefutables se puede afirmar categóricamente que el desarrollo de Chile no es
sustentable en el muy corto plazo porque no hay agua suficiente. Carece de
sentido absolutamente elaborar una matriz energética porque no habrá en qué
utilizarla porque el agua se está acabando.
A modo de ejemplo un caso concreto: el valle de
Copiapó. Hace cuatro años en el sector 4 los pozos tenían niveles harto
más cercanos a la superficie y su producción superaba los 100 l/s. Hoy los
niveles están a más de 130 metros y en muchos de ellos la producciones son menos
de 5 l/s. La empresa sanitaria local abastece parte del consumo con un pozo
“prestado” porque no tiene la capacidad suficiente en sus fuentes, parte
importante de las cuales se han secado, literalmente. En sus redes se “pierde”
el 50% del agua que produce.
¿Cómo se explica que se hayan otorgado cuatro
veces más derechos que lo que la Hidrogeología y el sentido común aconsejaban?
¿Ignorancia, presiones políticas y privadas, sobres blancos a fin de mes,
corrupción, marco legal absurdo? Algo de ello debe haber y/o una mezcla de
todo.
Sean cuales sean las razones, que son similares
en todo Chile, el hecho concreto es que hay que hacer un alto porque
principalmente los pequeños poseedores de pozos, como los APR, van a ser los
primeros en quedarse sin agua. Le seguirán los agricultores, luego la industria,
la minería que podrá adecuarse si el precio del cobre se mantiene alto y los
consumidores domiciliario, pero a precios altísimos por el metro cúbico. Que no
podrán pagar.
Siendo esta la realidad no logro entender que se
haya planteado un Seminario para evaluar si existe Sobreexplotación de agua
subterránea en Chile, para lo cual no era necesario ni siguiera reunirse porque
la respuesta es obvia: sí existe sobreexplotación. Y pretender convertir a Chile
en una potencia alimentaria me recuerda el cuento de la lechera que escuché
cuando era niño. Se proponía, por los que invitaban al seminario explotar
300.000 l/s más. ¿De dónde?
Un Estado ineficaz e incompetente, políticos más
preocupados de aparecer en las noticias, ministros inexpertos técnicamente y de
paso y una institucionalidad incapaz de todos los gobiernos desde Alessandri
hasta ahora, son los responsables del colapso hídrico al que ya se llegó y
que no es de fácil solución. Si los daños del terremoto no se han resuelto,
menos aún se podrá resolver con la urgencia requerida, el desabastecimiento ya
existente.
Por Raúl Campillo Urbano
Hidrogeólogo Universidad de Chile
Setiembre 28 de 2011