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martes, 7 de febrero de 2012

Chile en la manos de su libre mercado

Por Rodrigo de la O -  
Desde hace ya varios años que, con una sensación extraña, vemos que existe un paulatino e intimidante avance de nuestro norte grande, sus características, su aridez, hacia el centro sur de nuestro país.
El año pasado termina, y este al iniciar lo vemos asolado, por una cantidad asombrosa de incendios forestales que nos debiera llamar la atención de manera urgente. Por una parte, existe un aumento evidente en tiempos de mayores temperaturas causando estos tremendos desastres ambientales que afectan zonas frágiles que, junto a una falta extrema de agua en muchas comunas del país, se suma a la irresponsabilidad de muchos en su causa. Porque seamos francos, el fuego no hace combustión por magia y este se produce por acción humana directa o indirecta, accidental o intencional, pero, que siempre implica una irresponsabilidad idiota que es necesario reconocer y en el que todos tenemos muchos por hacer. Más de alguna vez en nuestros recorridos me he topado con vidrios de botellas quebradas en zonas altamente sensibles (sin mencionar la basura).
Han muerto chilenos en el combate a estos incendios forestales que, con más corazón que recursos, se han esmerado en proteger los intereses de grupos que no consideran grandes esfuerzos en maniobras preventivas y en algunos casos el gobierno termina invirtiendo recursos estatales para poder evitar la expansión del fuego  ayudando a estas grandes corporaciones. 
Por otra parte, existe un imperio forestal en expansión que también contribuye a que el problema se agrave y donde las empresas que lucran con este modelo no hacen grandes esfuerzos para que sus consecuencias sean previstas, prevenidas y/o equilibradas. Un ejemplo claro es el incendio que azoto a la CFI Nueva Aldea en la comuna de Ranquil donde se evidencia la falta de mantención de cortafuegos donde suponemos debieran existir personas altamente capacitadas en este tipo de maniobras. 
Se sabe que el modelo forestal genera una fuerza de trabajo importante en algunas zonas del país, básicamente, porque es una economía que no deja mayores opciones a otros sectores productivos absorbiendo la mano de obra campesina al imponer un sector productivo determinado o, dicho de otra manera, un tipo de “agricultura” diferente que no se relaciona de manera complementaria con el entorno sino más bien se aprovecha de él al no presentar un ciclo natural. Ese es uno de los aspectos que preocupan. Las plantaciones agroforestales remplazan la vegetación nativa por monocultivos de rápido crecimiento que son grandes consumidores de agua lo que ayuda a la erosión y degradación de los suelos, sin olvidar que son altamente inflamables con temperaturas supriores a los 30 grados celsius. Algunos podrán discrepar y dirán que en ciertas zonas los monocultivos agroforestales exóticos ayudan a la reforestación y recuperación de suelo, que evitan la alta expansión de suelos duros o en estado de avance de erosión en algunas zonas y con ciertas condiciones. Podríamos estar de acuerdo en alguna medida, de hecho, he tenido la suerte de conocer expertos forestales que se inclinan a pensar que existe un grado de obsolescencia en la visión de  la industria forestal y que esta debe cambiar, reenfocarse y que las grandes empresas del rubro debieran, para su permanencia, también incorporar en sus procesos modelos de gestión más innovadores y sustentables.
Necesariamente debemos asumir nuevos desafíos. Es imprescindible que ante las condiciones actuales en donde la crisis de agua en algunas zonas de nuestro país es cada vez más importante, tanto para la agricultura y el consumo humano, los modelos de negocios que lucran se hagan parte en las estrategias de mitigación y reconozcan los impactos que estos ocasionan (directa o indirectamente). No es solo Responsabilidad Social Empresarial, es mucho más que eso. Es entender que los modelos de negocios altamente lucrativos también deben implicar procesos de renovación y evolución que les permitan seguir existiendo y que el mercado no puede seguir estando en un libre albedrío sempiterno beneficiando a un grupo por sobre otro, independiente de su proporcionalidad.
Se habla mucho de sustentabilidad, de protección del medio ambiente, de patrimonio ambiental, sin embargo, las reglas del juego han estado muy a la medida de algunos los últimos treinta años y es obvio que esto debiera seguir así para aquellos que han logrado un lucrativo beneficio de este status quo. Es tiempo que el modelo forestal, celulosa, el minero y eléctrico también, se enfrenten al desafío de reconocer su deuda ambiental con el patrimonio de nuestro país. La energía, el agua, los recursos naturales del país y sus beneficios no pueden, ni deben, estar en manos de unos pocos que en sus proyecciones jamás han visualizado las externalidades negativas que generan buscando siempre excusas vacías para su justificación y mantención.
Hoy es el fuego que azota nuestros bosques (o las plantaciones de algunos) y la escasez de agua en temporada estival en muchas zonas del país. Mañana el agua contaminada, los suelos degradados, en fin; yo solo espero que exista la visión, el desafío de crecer y que se entienda que pueden existir otras maneras de ser exitosos y compartir la mirada de vivir en un país mejor y más justo.

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