Curanipe fue habilitado oficialmente el 2 de mayo de 1850 para la extracción de cereales, frutos y maderas en especial; ya en 1852 se estableció como poblado y en el año 1854 regularizó sus calles. En el año 1871 vivían 1.178 personas en el pueblo y no menos de 4.000 personas conformaban la parroquia. Sin embargo, su existencia histórica data de la época de la Colonia, siendo puerto español con una importante actividad comercial de almacenamiento e intercambio.
“EN EL CAMINO DEL REY”
En una crónica del año 1600 se dice que en tiempos del gobernador Dn. Alonso de Ribera y Zambrano, el soldado español Juan Leal de Guevara recibió como premio por sus servicios 1.000 cuadras de tierra en Curanipe. Hoy sus descendientes se cuentan por miles y todos los curanipeños llevamos por una línea u otra algunas gotas de su sangre.
Algo similar ocurrió con Dn. Jacinto de la Vega y Montero, quien recibió de sus antepasados los Montero de Amaya y Zúñiga-Arista, en los inicios de 1700 herencias de tierras en Curanipe conseguidas por sus mayores en tiempos de la Conquista.
Dn. Jacinto de la Vega y Montero falleció en nuestro pueblo el 28 de agosto de 1777. Se ve hoy en día a sus muchos descendientes desparramados por toda la provincia, siendo el apellido Vega o de la Vega uno de los más tradicionales entre nuestra gente y como sucede con los Leal, no hay familia que no lo tenga por antecesor en alguna proporción.
Con respecto a la familia materna de Dn. Jacinto, podemos decir que los Zúñiga-Arista entroncaban con los conquistadores Juan Jufré y Francisco de Aguirre a través de su nieta en común Candia de Aguirre y Jufré.
UN GRAN Y ESFORZADO ESPAÑOL
En aquellos lejanos tiempos don Juan Jufré inició la construcción de barcos en sus astilleros de Constitución (Nueva Bilbao de Gardoki), algunos kilómetros más al norte de Curanipe, también levanto molinos y plantó las primeras viñas en nuestro país, fundó asimismo ciudades en lo que hoy es Argentina y realizó una incansable labor de civilización y conquista hasta su muerte. De él dice el historiador Francisco Encina:
“..esforzado capitán de la conquista desde su llegada con Pedro de Valdivia, había sido un verdadero señor feudal en la zona del Mataquito al Maule, además de hombre de empresa, fundador del molino en el San Cristóbal y de una fabrica de tejidos en Peteroa.”
A Curanipe llegaban barcos provenientes de diferentes partes del planeta, al principio españoles, luego franceses en el comercio francés del siglo XVIII; luego vinieron de Irlanda e Inglaterra, desde donde se traía todo lo que necesitaban los vecinos en su vida diaria: loza, ollas, calzado, vestuario, géneros, algodón, sillas de viena, mesas, muebles, instrumentos musicales incluidos pianos, herramientas y de un cuánto hay.
Por otra parte, desde nuestro pueblo zarpaban los buques cargados de trigo, harina, lentejas y productos agrícolas de la zona y posteriormente cerveza. Los buques anclaban mar adentro, por lo que los faluchos eran los encargados de acarrear la mercadería desde y hacia la costa, trasladándose ésta desde las bodegas hasta la orilla en unos pequeños carros sobre rieles parecidos a los usados en la minería. Entre los años 1888 y 1905 llegaron según los datos oficiales un total de 54 barcos al puerto; pero es muy probable que hayan llegado muchos otros de los cuales no ha quedado registro.
Durante esos años, todo giraba en torno a la actividad portuaria, desde los astilleros con la construcción de faluchos, los molinos y el bodegaje de trigo y cereales, hasta la fabricación de cerveza. Era Curanipe puerto bullente de vida en donde las familias compraban las últimas novedades de Europa a los barcos que llegaban.
No era raro ver a nuestras abuelas y abuelos disfrutando del sol y del mar, vestidos con los últimos modelos de “trajes de baño que se usaban en Europa”, costumbre inusual en tiempos de un Chile más bien pacato y tradicionalista.
Los faluchos salían cargados de productos hasta El Callao y Mollendo en Perú, e incluso se afirma que fueron hasta San Francisco, USA, durante la fiebre del oro.
Pero el esplendor no duró para siempre, pues cuando hizo su aparición el ferrocarril, el que comenzó a pasar por Parral en 1873, se llevó la preferencia de los embarques agrícolas mediterráneos.
Se debe considerar que hasta ese momento el camino de Santiago a Concepción pasaba por Cauquenes (la capital de la provincia), de modo que la mayoría de las grandes ciudades como Parral, Linares, Talca y Chillán se surtían por las mercaderías que entraban por Curanipe pasando por Cauquenes.
Una vez fue construido el ferrocarril -el que corría por el centro del país- Cauquenes quedó a trasmano, pues de manera práctica se hizo que el camino carretero de Santiago a Concepción fuera paralelo a la línea férrea.
Finalmente, en el año 1905, en su versión trocha angosta llegó el ferrocarril a Cauquenes y la actividad portuaria murió definitivamente hacia la segunda década del 1900.
Remachó su sentencia de muerte, la inauguración en 1914 del Canal de Panamá, siendo el último barco que recaló en Curanipe el “Valparaíso”.