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Próximos a cumplir un mes desde
un estallido social sin precedentes en la democracia chilena, donde miles o
millones se han volcado a las calles producto de una ola de violencia
comprimida, visceral y desatada por decisiones e ineptitudes políticas, francamente,
alarmantes y donde hoy, diez de noviembre, cientos de personas han sido
mutiladas llegando a tener un triste récord a nivel mundial: más
de 200 personas han recibido daño
en sus ojos, miles han sido detenidos; torturados, vejados y se teme que
existan o estén, muchos de ellos, desaparecidos. Y ya van cerca de 30 personas muertas
desde el inicio de nuestro triste y, a estas alturas, célebre octubre
rojo.
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Luego de que se estimara un alza
de $30 pesos chilenos ($US 0,040) a la tarifa adulta del metro tren del gran
Santiago de Chile y tras una serie de declaraciones de autoridades de gobierno
que, a lo menos, fueron desafortunadas en donde la sorna, burla e ironía
semántica fue la chispa que encendió la mecha de las manifestaciones
evidenciando, de manera dramática, que no es solo el alza del pasaje del metro-tren
santiaguino sino que son 30 años de una dormida idea de que Chile es un país
modelo de desarrollo. Un país que hoy se despierta y pone en jaque a toda la estructura
e instituciones adictas a un modelo que solo beneficia de manera morbosa a un
porcentaje mínimo de la población, en una suerte de elite o cofradía que hoy ya
no distingue sectores políticos y que les sitúa como una casta oligárquica cleptocrática
absurda y fuera de contexto; o de tiempo. El paradigma del libre mercado en
donde el agua, las pensiones, la salud, la educación, los recursos naturales primarios
y el sistema político se ha convertido en un negocio y en un manejo de
intereses enquistado en una cúpula que ha terminado segregando y, a la luz de
los acontecimientos de las ultimas semanas, criminalizando la legitima protesta
y manifestaciones públicas por una justa, y hoy más urgente que nunca, reivindicación
social.
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Provoca una profunda tristeza ver
confrontaciones entre compatriotas. Observar una violencia desbordada y conocida;
donde terminamos enfrentados, entre ciudadanos, pueblo contra pueblo y donde un
mínimo sector, recluido dentro de sus privilegios desde su burbuja, permanecen
contemplativos y lejanos. Incapaces, indiferentes, de pronto, porque no pueden empatizar
con las demandas y derechos sociales, porque no los conocen. Dictan leyes y propuestas
de una realidad que jamás han conocido o, de plano, olvidado su origen y quien
les mandato representar ese poder.
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Hoy, lo que se cuestiona es el
modelo y que el Gobierno de Chile, presidido por Sebastián Piñera,
multimillonario empresario ligado a la centro derecha chilena, se ha encargado
de profundizar. Un gobierno en democracia que declara estado de excepción constitucional
y que pone militares en las calles permitiendo una represión feroz, abriendo la
herida de los capítulos más negros de nuestra historia. Un fantasma que
creíamos olvidado y que resurge de la forma más cruenta. Y que hoy, se transforma
en una democracia y un gobierno fallido.
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Señor presidente, necesitamos una
política integradora, sin soberbia. Que escuche y resuelva con la ciudadanía; no,
contra ella. Hoy, en mi país, Chile; la democracia ha sido abofeteada cuando el
fracaso de la gestión política no ha estado a la altura y se decide,
destempladamente, militarizar la calle. Pareciera ser que nada aprendimos
después de tanto dolor e injusticia.
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En esta penumbra de una suerte de
noche indeseada, seamos capaces de mirar más allá de nuestras narices y
recordar. Coreábamos “Para que Nunca Más”, prometíamos jamás repetir u olvidar
los horrores cometidos. Y aquí estamos, cuando compatriotas que ostentan responsabilidad
de nuestras armas, las armas del estado, mis armas que permiten la defensa de la
nación, son usadas para reprimir el anhelo de un país más justo. La prudencia
olvidada solo será resarcida con la justicia desde un rencor que han fecundado
de la manera más vil y brutal. Hoy el cántico resuena por el derecho de vivir
en paz y por la justicia social.
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Sí, ha existido
un saqueo progresivo, desmedido, violento con el manejo de la minería y los
escasos royalties a multinacionales nacionales y extranjeras, con la captura de los derechos de
agua asociados; empresas forestales que han provocado un verdadero ecocidio en
el centro y sur del país, industria subsidiada y alimentada para el enriquecimiento
de sus dueños con el apoyo estatal que ha invadido zonas fértiles y expandido
una suerte de desierto verde poniendo en riesgo y amenaza nuestro sur profundo,
con un modelo impuesto y peligroso. Con una industria acuícola intensiva de
alto consumo, con sanitarias que fallan continuamente. Súmenle leyes reservadas
de fuerzas armadas, ley de pesca, etc.
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El quiebre democrático promulgado
por nuestro presidente, la sangre hermana derramada que ha interrumpido nuestra
democracia y libertad, los muertos en aumento, cientos de ojos estallados e
inservibles y un discurso violento (“Estamos en Guerra”) deja
grabado en la historia que esa política que ha dispuesto militares en las
calles y, una vez más, las armas del estado contra de su propio pueblo (lo que
no sucedía desde 1987) reabre una herida increíble de imaginar en democracia.
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No podemos obviar que, como se ha
dicho, la mecha ha sido la burla constante desde el Olimpo de la política
enquistada, adicta a los privilegios del poder. Poder, que es claro, no les
gusta ni interesa compartir. Después de toques de queda y estados de excepción
constitucional, vandalismo exorbitado, de restringida nuestras libertades
individuales con las fuerzas armadas y de orden en las calles, de muertes de
compatriotas y miles de heridos; necesitamos que nuestras autoridades, el
presidente y políticos profesionales, aboguen por la paz, justicia social,
protección ambiental, evolución económica, ya. No podemos permitirnos más
ineptitud y errores políticos que solo contribuyen a agravar esta tremenda
crisis y aumentan la distancia de la ciudadanía. Caos y militarización solo
propone un pseudo dialogo de choque, inservible e infructuoso, de un ejército
estatal armado en contra de su gente, de su propio pueblo. Yo no quiero mi
ejército contra mi pueblo. Yo no estoy en guerra, estoy en paz y quiero un país
más justo. Sin violencia, con participación y diálogo.
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Las Fuerzas Armadas y de Orden
deben aplacar a saqueadores, violentistas y anarquistas. Apresarlos, juzgarlos porque
no comparten reglas base de la democracia. En ningún caso, pensar en infringir
daño o dolor; desaparición o muerte por acciones derivadas de una crisis política
y su mal manejo. Miles o millones de compatriotas, personas de todos los
sectores que, de manera transversal, se manifiestan pacíficamente en distintas
ciudades por un Chile mejor. No caer en el juego de la violencia es un permanente
reto para todos. Lo que se busca es paz y justicia. Quiero democracia, no un
estado fallido, frustrado o deprimido.
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Con extrema humildad le pedimos a
nuestros líderes, al ejecutivo, gobierno y oposición, que no queremos más
muertes ni heridos. Basta de muertos y miradas mutiladas. Sus manos están,
tristemente, manchadas de sangre. La brutalidad de convertir demandas sociales
en una “guerra” inventada, en una especie de dictadura innecesaria, de un
estado fallido supuestamente intervenido por fuerzas externas, no es la vía para
una solución real y urgente. Chilenos/as con uniforme, no maten a su mismo
pueblo cuando este se levanta, subyugado, cansado, con el corazón por delante
buscando un país mejor, con una ciudadanía en movimiento clamando por mayor
equidad. Con el canto de la paz y la libertad como verdadera arma de esperanza.
Con las manos limpias, sin manchas de sangre.
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Hoy me proclamo en un estado
fallido, cuando se altera la democracia con las armas del estado dispuestas
para la represión de conciudadanos y personas que legítimamente, sin armas y
violencia, manifiestan en libertad su sentir en una guerra imaginaria cuando
cientos de miles o millones en sus calles, en paz levantan su voz, por su país,
sin miedo. Muchas veces, los medios masivos se quedan en desmanes de una
minoría violentista que evidencia una nula capacidad de comunicarse siendo también
urgente poder analizar los códigos de violencia y represión.
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Levantar la voz, sin violencia,
es una obligación. Buscando siempre la justicia y, sin descanso, para recuperar
la libertad. Militar o policía, piensa y ve con tu familia. Regresa a tu
cuartel. No levantes el fuego, las armas de todos, contra tu par. Objeta,
resiste, rebélate. Gobiernos, basta de fallar en el juego de la política.
Tiempo es para la humildad, no para el pedestal.
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Siempre es bueno recordar que Democracia
significa poder del Pueblo. La libertad se recupera en la calle. Los derechos no
se regalan, se conquistan; en paz y en movimiento. Seamos capaces de levantar
la mirada, asumir que el país cambió y volvamos a confiar. Siempre en paz, por
la recuperación y mantención plena de nuestras libertades; y a la caza de
nuestros derechos sociales. Agua, vida, salud, pensiones, recursos naturales,
futuro, juventud, esperanza. Por la extinción de nuestra plutocracia económica política
gobernante. Por un nuevo Pacto Eco Social y una democracia horizontal, ecológica;
y una política ciudadana inclusiva y vinculante.
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¿Seremos capaces de romper el
paradigma, olvidar el modelo y proponer uno nuevo? ¿Más Eco que Antropocéntrico?
¿Será éste el punto de inflexión reconociendo que todo ha cambiado? Yo creo que
sí.
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Muchos intentan despolitizar el
movimiento ciudadano, la protesta, el disentimiento cuando es, justamente, lo trascendental de la misma (protesta/manifestación social pacífica). El
movimiento social sin precedente es, ante todo, un movimiento político ciudadano
que desafía y obliga a una política ciudadana transformadora de las políticas públicas
y del modelo económico.
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Después de la marcha multitudinaria
del 25 de octubre con millones en las calles, donde una minoría vandálica desenfocada
no impide que el mensaje de la ciudadanía se imponga y escuche por todos, queda
claro que la gente habló, demostrando que gobierno actual aún no sale de su
letargo, estrés y shock, que todo este intempestivo movimiento ciudadano ha
provocado. La “Marcha Más Grande de Chile”, a la que han seguido marchas de gran
convocatoria, es porque se exigió que militares y policías regresarán a sus
cuarteles; junto a sus familias. No queremos más muertes por armas del estado
alzadas contra chilenas y chilenos en una guerra ficticia. Queremos paz y justicia.
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Y desde la justicia nos
preguntamos: ¿un carabinero o un militar no puede, si lo sintiera, participar
de una marcha o protesta? Por cuidar su trabajo o intereses superiores, ¿no
puede liberar su pensamiento? ¿pueden pensar por si mismos o empatizar con
demandas sociales? ¿Puede alegar objeción de conciencia?
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Existe tantos casos, tantas
historias que comenzaran a rondar en el mundo. Como el caso de Lenny que fue baleado
por policía pública y que no podrá sacarse los balines de su cuerpo. O el
reciente caso de Gustavo, cegado por balinazos en sus ojos. Ciego con presupuesto
estatal!
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Cupulas contemplativas, enquistadas,
paralizadas ante la verdadera voz, sin partidismos, dialoguemos
del real saqueo; del caldo de cultivo que, junto a una política inepta,
cambió un Chile que hoy clama por libertad, esa apreciada presencia arrebatada,
de un golpe, a la democracia.
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Si dejamos pasar esta tragedia,
seguiremos repitiéndola como imbéciles, que llevamos el odio a nuestras ideas
por querer un país mejor. La Unidad Social; democracia horizontal y política
ciudadana como nueva vía es un derecho y una urgencia para ventilar a rancios
del poder.
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No podemos dejar de mencionar que
ante todo el problema social es un problema ambiental, en donde aún tenemos que
conversar cómo eliminamos las zonas de sacrificio, que hacemos o cómo
enfrentamos que existan niños y adultos con metales pesados en su sangre. Donde
líderes sociales, dirigentes y protectores de los derechos humanos son
amenazados, criminalizados, perseguidos y “suicidados”.
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A no dejarse engañar. El juego
perverso del miedo, el desabastecimiento y la división es lo que nos ha llevado
al odio. Seamos capaces de ver más allá. Rompamos el paradigma de un modelo arbitrario
y fuera de tiempo. Aprovechemos la organización ciudadana con esperanza.
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En estos días aciagos, donde al triste gobierno que nos conduce solo le queda el orden y la represión. Cuando
nuestra preciada libertad camina herida, tambaleante, casi derrotada y se
descubren miserables; seguimos adelante quienes luchamos por justicia social y
ambiental. Unámonos más que nunca por un futuro mejor y en paz. Solo la
represión les queda cuando han perdido el control del miedo y el consumo. A no
dejar de mirarnos a los ojos, amarnos y respetarnos en nuestras diferencias; y
lo más importante, considerarnos todos y cada una de nosotros, como seres
humanos.
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Rodrigo de la O
Vigilante Costero. Ong. Director
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